Durante nuestras vidas, y no creo que solo ocurra en la mía, hay amistades que vienen y van, otras que vienen y se quedan, algunas para un rato y otras para toda la vida.
También hay personas con las que hablas a diario cara a cara o en la distancia, pero esas suelen ser aquellas que, aunque haya periodos largos donde el contacto es menor cuando volvéis a hablar o a veros es como si no hubiera pasado tiempo.
Eso es lo que me pasa a mí con una de mis mejores amigas, Azalea, pero la llamo Aza.
Aza es una chica que a mí personalmente me encanta. Es inteligente, tiene mucho coraje, es valiente a la hora de tomar decisiones y además es auténtica. Si te tiene que decir lo que sea a la cara lo hace y listo, como deberías ser siempre. Además, aunque no lo parezca, es igual de pervertida y caliente que yo lo que hace que nuestra amistad sea explosiva.
Físicamente me gusta mucho. Es del tipo de mujeres que me atraen. Si habéis leído anteriormente alguno de mis relatos ya sabréis a lo que me refiero: Curvas preciosas, tetas grandes y el culo la acompaña. A mí me encanta y yo se lo digo sin tapujos.
Morena de ojos marrones claros y piel pálida, hacen un conjunto de mujer, que, para mí, es explosiva.
Nos conocemos desde niños y, aunque yo tenía unos años más siempre habíamos congeniado. Nuestra infancia y juventud la compartimos en aquellos tiempos que ya os he comentado alguna vez en esa secta llamada iglesia con sus catequesis y demás, pero aquello quedó atrás y nuestra amistad sigue a día de hoy.
Aza actualmente está viviendo en Suiza y trabaja allí. La vida es algo complicada en aquella zona sobre todo si comparamos a la gente de Andalucía con esa zona de Europa, por eso dice que echa mucho de menos esto incluso alguna vez se plantea el volver.
Hablamos casi a diario. Ella de desahoga conmigo y yo con ella:
—¡Hasta el coño, Andrés! Estoy hasta el mismo coño de mi jefa, de mi jefe, de su hija y de todos sus …
—Bueno, Aza, no te sulfures anda. Que se te van a empequeñecer las tetas con tanto enfado y eso no puede ser…
—¿Ya empiezas con mis tetas?
—Claro. Eso va a ser así siempre que pueda, tres o cuatro… mil veces al día. ¿A ver, enséñamelas?
—Cualquier día te las enseño por videoconferencia y se te va a quedar una cara de tonto… más de lo que ya la tienes.
Nuestras tonterías eran de ese tipo y siempre bromeábamos con el sexo. Nos contábamos todo sobre nuestras intimidades: si follábamos o no, si nos masturbábamos, si veíamos porno (nos solíamos mandar los vídeos), nos contábamos nuestras fantasías… incluso nos habíamos regalado algunos juguetes sexuales.
—Aza. Sabes que si algún día follamos va a ser la hostia, ¿no? Sabemos mucho el uno del otro y sería una pasada —le dije por videollamada.
—Sí, pero eso no va a pasar nunca, Andrés. Creo que estropearíamos nuestra amistad.
—Puede ser, no se sabe… mira, con este vídeo me corrí anoche. Toma —comenté mientras le compartía el enlace.
—Vaya cambios de conversación que tienes, hijo.
—Di que no te gustan.
—No me gustan —dijo Aza riendo.
—Ya, ya…
Esa noche tuve un sueño con ella. Soñé que estábamos en uno de esos campamentos de la iglesia como el del relato de Me corrí en la cara de su amiga y en una tienda de campaña nos hacíamos de todo: nos comíamos, follábamos, gemíamos y nos corríamos una y otra vez sin parar.
—… y no veas, Aza: Te corrías como me gusta a mí, a chorros por todos lados.
— jejejeje —contestó por escrito por WhastApp.
—¿jejejeje? ¿Qué quieres decir con jejejeje?
—Nada, es una simple risa.
—¡No, no lo es! —exclamé—. Jajajaja es una risa normal. Jojojo es una risa para cuando dices una burrada que hace gracia. Jijiji es una risa tonta, como cuando quieres dártelas de malo y jejejeje… bueno… jejejeje es una risa que se pone cuando no te quieres reír… es una risa falsa o para pasar de un tema.
—¿Y eso donde lo pone, capullo?
—Es un estudio de una prestigiosa universidad: La Universidad Superior de mi Santa Polla.
—je-je-je-je ¡Qué tonto eres! —dijo con tono de hastío matizando la risa.
—En serio, bromas aparte ¿Es que te pasa algo, Aza? ¿Te ha molestado algo? ¿Mi sueño quizá?
—Nada, nada… sí que me ha gustado tu sueño. Me ha salido el jejejeje y ya está. No le des más vueltas. A ver si te compras una tienda de campaña, nos vamos al campo y me follas con tu bonsái —bromeó.
—Vale. Mi bonsái —así lo llamaba ella—, siempre estará siempre disponible para ti —le dije sin quedarme convencido de su respuesta anterior.
—¡Ah! ¿sí? Mándame una foto que yo lo vea.
Descargué una foto de un pequeño bonsái que encontré por internet que apenas tenía hojas y parecía recién podado.
—¡Oh! Así me gusta, Cerdito mío —Aza, me llamaba así cuando bromeábamos sobre sexo—, que esté depiladito.
Estuvimos hablando otro buen rato. Me contó que dentro de 15 días iba a venir a España a una comunión a la que tenía que asistir casi obligatoriamente.
Como siempre que venía, yo ya empezaba a hacer planes con ella, sobre todo gastronómicos.
Si en nuestras conversaciones hablábamos de sitios que nos habían recomendado para ir a comer por Málaga o alrededores siempre nos hacíamos una ruta para visitar seis o siete de esos lugares. Los dos éramos unos grandísimos apasionados de la comida.
Pasaron los quince días volando y Aza llegó a Málaga. Le dije que se quedara en mi casa, pero prefirió permanecer los primeros días en casa de sus padres en Alcaucín ya que allí todo le quedaba más cerca sobre todo para la comunión. Ella llegó el sábado y el evento era al día siguiente. Pasó el domingo y el lunes apareció por mi casa muy temprano.
—¡Aza! Dame un abrazo que yo sienta esas tetas espachurradas sobre mi pecho.
Me abrazó muy fuerte mientras no parábamos de reírnos y de darnos besos.
—¡Hola, Cerdito!
—Pasa, pasa, no te quedes ahí ¿y las maletas?
—Ay, Andrés, calla. Las he dejado en casa de mis padres porque voy a estar con ellos 4 o 5 días más. Luego ya me vendré por aquí, ¿vale? Tú sabes: “Vienes a España unos días y no haces ni por vernos” o “Ay que ver que parece que no tenemos una hija”—dijo imitando el tono de su madre.
—Pero hoy vamos a comer, ¿no?
—Sí, y a cenar. ¿Luego me puedes llevar a Alcaucín?
—Claro —contesté—, pero ¿cómo has venido entonces?
—En autobús.
—¿Tú eres tonta? Te podría haber ido a recoger…
Aunque hablábamos casi a diario y estábamos prácticamente al día, Aza y yo nos tiramos toda la mañana hablando sentados en el sofá sobre algunas cosas, sobre todo de sus padres y cómo estaban.
—¿Te quieres quitar la ropa y quedarte desnuda?
—Clarooooooo, ahora mismo… tú no dejes pasar oportunidad… ponte algo ¿no? Que con esos pantalones cortos y si ropa interior no le dejas mucho a la imaginación.
No me había dado cuenta, pero era verdad. El tema es que Aza y yo teníamos tal confianza que no importaba.
—Voy a cambiarme y nos vamos a comer —espeté mientras me levantaba del sofá de un salto.
—¡VENGA! Que yo he venido a comer, no a que me coman el tarro.
—Si quieres comer… ya sabes… —le dije mientras hacía el ademán de bajarme los pantalones.
—¡Ya, ya! Con ese bonsái solo conseguiré quedarme con hambre.
Una vez en mi coche nos fuimos a Manede, un restaurante de comida de autor que habían abierto en Benalmádena. La verdad es que toda la comida estaba espectacularmente deliciosa pero Aza y yo coincidimos en que la cantidad de los platos era poca, así que lo arreglamos yendo a Casa Mira en Calle Larios de Málaga a comernos un par de buenas tarrinas de helado.
Paseamos por el centro y seguimos poniéndonos al día de temas personales, entre ellos los sexuales, conversaciones que nos encantaba tener a los dos ya que era como un quiero y no puedo.
—No tengo ganas de irme a casa de mis padres hoy.
—Pues te quedas en la mía… lo único es la ropa, que no tienes…aunque… problema ninguno —le dije con tono pervertido mientras le guiñaba un ojo.
—Me dejas una camiseta grande tuya y listo.
—Vale.
Cuando llegamos al piso le di ropa cómoda, pusimos la televisión y buscamos una película que no vimos ya que seguíamos con nuestra conversación y puesta al día.
—¿Sabes? —dije de repente— El otro día me dejaste un poco rayado con lo de jejejeje—noté como Aza se ponía un poco seria— ¿Ves? Algo dije que no te gustó… te conoceré ya…
—No, no, en serio. No se trata de algo que no me gustara. Es que dijiste algo que en realidad me gustó pero que nunca te he contado.
—¿Sí? A ver dime…cuéntame —una de nuestras charlas sexuales iba a empezar y mi polla inconscientemente dio un pequeño brinco.
—No, no… mejor no.
—Joder, Aza. No hagas eso, ¿eh? Eso de me pasa algo, pero no te lo cuento —dije con un tono más serio.
Ella se quedó mirándome a los ojos y agachó la cabeza. Era la primera vez que lo hacía desde que nos conocíamos y me empezó a preocupar.
—Aza, mírame a los ojos, por favor… ¿qué te pasa?
Cuando levantó la mirada de nuevo estaba completamente roja, incluso pensé que iba a llorar en cualquier momento.
—Aza, me estás preocupando… de verdad…
No me dio tiempo a terminar de decir la frase cuando se echó a reír mientras con una mano se tapaba la boca.
Yo no salía de mi asombro y no sabía de qué trataba todo aquello, pero viéndola reír tan nerviosa y descontroladamente me tranquilicé un poco.
—En verdad es una tontería, Cerdito. Te he contado cosas muy íntimas mías, mis relaciones, mis polvos, incluso cuando me masturbo, pero es que hay algo que no te he contado… me da vergüenza.
—¡Joder, Aza! ¡Qué susto me has dado! … y yo aquí preocupado. Pero vamos que hay cosas que no me tienes que contar si no quieres, todos tenemos nuestros secretos (si yo te contara, pensé).
—Si es que no sé, a lo mejor hasta lo ves normal y para ti no es raro.
—Tú no lo ves así, normal, si no me lo habrías contado… a ver si lo adivino: Te gusta que…
—Me meo y me gusta —empezó a reír de nuevo descontroladamente.
Me quedé un poco parado, no por lo que me dijo, que para mí es un fetiche más sino porque no me esperaba que me lo dijera así.
—Pero que te meas cómo… Encima de alguien
—Sí… bueno no… bueno no sé… —volvió a ponerse roja como un tomate.
—Vamos a ver… lleguemos al fondo de esto que me está gustando el tema… respóndeme a las preguntas siguientes —le dije acomodándome en el sofá.
—Venga, dispara, porque no sé explicarlo.
—¿Estás segura que es pis o a lo mejor es un squirt?
—Creo que es las dos cosas. No estoy segura.
—Pero a ver… ¿Cómo te gusta? ¿simplemente mearte encima de alguien o …
—Nono, a mí me gusta cuando me corro o mientras me estoy corriendo mearme con la polla aún dentro… que salga un chorro y le moje a él y a mí … y si mientras esto pasa él se empieza a correr dentro y siento su leche me encanta que me la saque y mearle yo a él.
Me imaginé a Azalea tumbada encima del sofá mientras follábamos con muchas ganas y que se corría sobre mí mientras gritaba. No me di cuenta, pero me había empalmado y gracias a la postura que tenía al estar sentado a penas se notaba.
—Bueno, yo te he contado que he estado con chicas así, de hecho es uno de mis fetiches… Aunque me gusta el squirt supongo que alguna vez me habrán meado encima y yo no me he enterado… ¿Te pasa también cuando te masturbas? —le pregunté.
—Sí… Cuando me mojo con mis propios chorros el gusto ya es espectacular y me pongo a gemir casi sin poder contenerme. Me corro de gusto literalmente.
—Bueno, eres una squirter en toda regla —le dije con tono de orgullo.
—Sí bueno, solo lo he hecho con un chico, la verdad. No he tenido más confianza para hacerlo con nadie más… solo tú y él lo sabéis…
—Cuéntame más…
—¡No! Por hoy ya sabes suficiente —dijo Aza reincorporándose un poco en el sofá mientras re recolocaba la camiseta que le quedaba un poco estrecha y marcaba toda su figura.
—¡PORFA!
—¿Qué más quieres saber? Si ya no tengo más que contarte…
—Bueno, vale, venga… ¿vemos una peli? —dije mientras no podía quitar de mi cabeza la imagen de Aza y sus interminables chorros saliendo de su coño.
Me levanté del sofá para coger el mando y no recordaba mi erección. Esta vez no pude ocultarla ya que solo tenía puesto el pantalón corto del pijama y mi cintura quedó a la altura de la cara de Aza.
—¡Vaya! ¡Si parece que el bonsái se ha hecho un pequeño arbolito!
Miré hacia abajo y esta vez que el que se ruborizó al máximo fui yo. Corriendo me di la vuelta…
—Perdón, Aza. No era mi intención… de verdad… ha sido una reacción natural…
—Sí, tranquilo, Andrés. La conversación no era pa’menos.
En ese instante caí en que Aza y yo, por mucha conversación o tonteo que hubiéramos tenido, jamás nos habíamos liado, ni acostado ni visto si quiera desnudos.
Tampoco nos habíamos mandado vídeos propios ni audios con orgasmos o conversaciones sexuales. No es que sea nada malo, al revés, solamente que con el resto de amigas con el que llegaba al nivel de confianza como tenía con Aza sí que lo hacía.
Enseguida intenté sentarme de nuevo para disimular, pero ella no apartaba la mirada de mi entrepierna a modo de broma y hacía como si se quedase embobada mirando.
—¿Qué? ¿Quieres ver el bonsái al que tanto criticas?
—Venga, no eres capaz.
Y en menos de un segundo me puse de pie y el pantalón desapareció al igual que la risa de Azalea quien ahora sí se quedó mirando directamente a mi polla con cara de asombro por la situación. Clavó sus ojos en los míos con el semblante serio.
—¿Qué? ¡Ya la has visto! Ahora sí podrás hablar de mi bonsái con conocimiento de causa —dije riéndome.
Cuando fui a subirme de nuevo el pantalón Aza, que seguía sentada, me abrazó por la cintura, me atrajo hasta ella y sin esperarme aquella reacción de ninguna manera, acercó mi polla a su cara mientras la acariciaba con ella.
Pasaba su nariz, la rozaba con sus mejillas y con sus labios y en cuestión de segundos se la metió en la boca mientras su lengua se enroscaba en ella.
Con sus manos apretaba más mi cintura hacia su cabeza y su boca empezó a succionar con más fuerza.
—¡JODER! ¡Qué bien! —fue lo único que pude decir.
—Te gusta, ¿verdad? Di que alguna vez no has imaginado esto.
Cogí la coleta que Aza tenía hecha y tirando suavemente hacia atrás hice que se la sacara de la boca. Dejó la lengua medio fuera y yo empecé a rozársela con la polla. En ese momento la agarró con su mano y empezó a darse golpecitos en sus labios y en la lengua. Me recordó a bastante de los vídeos porno que me había mandado donde la mujer solía hacer eso mismo… y ahora tenía sentido.
Intenté recordar algunos de los vídeos de esos y caí en la cuenta que muchos de ellos eran de squirts. Yo pensaba que era porque a mí me gustaban, pero después de nuestra conversación entendía que a ella le gustaban tanto o más que a mí.
La agarré tiernamente del cuello indicando que se levantara. La besé mientras le quitaba la camiseta que le había prestado. Yo sabía que no tenía sujetador, pero ni por un momento pensé que tampoco bragas.
Sus enormes tetas se juntaron con mi cuerpo y noté como sus pezones duros se clavaban en mí. Las preciosas curvas de sus caderas empezaron a ser recorridas por mis manos con contundencia y con mucha ansia y al llegar a su culo lo apretaba con fuerza lo que hacía que su respiración se agitara dejándole algún que otro azote de camino.
Aza se dio la vuelta y acomodó mi polla entre su precioso culo y empezó a rozarla con un movimiento de subida y bajada que me encantaba. Su coño ya mojado se dejaba también rozar.
Desde aquella posición mis manos empezaron a acariciar sus enormes pechos mientras entre mis dedos ponía sus grandes y duros pezones, pellizcándolos con muchísima suavidad.
Nuestro jadeos crecían y el ritmo del roce también hasta que empezó a sonar un ruido húmedo entre nuestras piernas:
—Si sigo así me voy a correr —dijo Aza susurrando mientras se apartaba de mí dejándose caer sobre el sofá.
Mientras yo estaba de pie y ella a medio tumbar, la miré desde arriba y pude observar su voluptuoso cuerpo que siempre me había encantado. Mientras, yo no perdía detalle empecé a masturbarme a la vez que iba recorriendo cada parte de ella con mis ojos: Su pelo negro con aquella coleta que tanto me gustaba. Sus grandes ojos marrones. Esas preciosas y enormes tetas que con las que tantas veces había bromeado y con las que algunas veces las había imaginado con mi polla entre ellas. Sus caderas anchas y ese coño depilado que me estaba empezando a producir una salivación excesiva.
Sin dejar de pajearme me arrodillé y besé la zona de su estómago mientras mi lengua iba bajando. Cuando ella notó lo que yo quería hacer enseguida abrió las piernas todo lo que pudo y uno de los coños más bonitos que he visto se abrió delante de mí.
—Venga, cómeme el coño… despacito… primero despacio.
Empecé suavemente y después de un buen rato así siguieron succiones mucho más fuertes.
Mi lengua entraba y salía cada vez más rápido hasta el punto que Aza me agarró de la cabeza con una mano para darle más velocidad al movimiento.
—Así, Cerdito… así. Come. Tanto que lo habías pedido en broma. Pues ahora te vas a hinchar pero de verdad.
Esas expresiones me encantaban. No sé si las decía porque le apetecía o porque como ella sabía que me volvían loco, las decía por mí, aunque daba la impresión de que estaba acostumbrada a ello.
El ruido húmero de mi lengua entrando y saliendo sin parar de su coño se empezó a mezclar con los jadeos de Aza que eran cada vez más fuertes y dejaban salir algunos gemidos:
—Fóllame, ya. Deja de comerme el coño y métemela, por favor.
Ella se reincorporó un poco y mientras yo me ponía de pie, mi polla desaparecía de nuevo en su boca que estaba muy llena de saliva. Tras diez o doce profundísimas mamadas se volvió a retirar dejándomela completamente empapada.
Aza se sentó en el sofá dejándose caer hacia atrás levantando las piernas. Yo me puse de rodillas frente a ella y acerqué mi polla. Empecé a rozarle su suavísimo coño de nuevo, pero sin penetrarla.
—¡Que me la metas ya, hijo de puta! —gritó mientras me empujaba contra ella abrazándome con las piernas.
Mi polla se deslizó con una suavidad que no me esperaba, pero con bastante fuerza. Mis huevos sonaron cuando chocaron contra Aza y ella gritó.
—Así sí. Esa polla sí. Muévete. Fóllame ya, cabrón.
Muy despacio empecé a sacarla y cuando estaba a punto de salirse la embestí con bastante fuerza.
—¡Así, nene, así! —volvió a gritar Aza mientras ya notaba como sus fluidos resbalaban por mis piernas.
Volví a repetir lo mismo y cada vez el tiempo entre embestida y embestida era menor.
La agarré de las manos para poder tirar de ella hacia mí cada vez que se la metía para que la penetración fuera más fuerte todavía y cada vez que lo hacía ella gemía y suspiraba entrecortadamente.
—Me encanta tu coño, Aza. Es apretadísimo —le dije sacando mi polla y acercando de nuevo mi boca para saborearla unos segundos—. Además, está delicioso.
Antes de volver a penetrarla le metí los dedos un buen rato y la masturbé. Cuando los tenía los suficientemente mojados, volví a meterle la polla de golpe y volvió a gritar de placer.
—Más rápido —me ordenó mientras los tenía mis dedos en la boca para saborearlos después de haberla masturbado.
Agarré sus piernas, las coloqué sobre mis hombros y poniéndome de cuclillas empecé a subir y a bajar haciendo que las penetraciones fuesen mucho más profundas y rápidas.
—¡Ufff! Qué poco voy a aguantar, Aza —dije jadeando intentando no bajar el ritmo.
—Sigue, sigue, sigue, que estoy apunto, no te vayas a parar ahora que te… sí, así.
Permanecí a un ritmo constante todo lo que pude para no correrme pero en ese momento Aza bajó las piernas al suelo. Sus piernas y su coño empezaron a temblar mientras gritaba.
—¡Me corro! Ya no puedo más —dijo con un voz de placer y excitación—. Me corro… me corro… ¡ME CORROO! —comenzó a decir descontroladamente.
En ese momento un ligero chorro de líquido caliente empezó a salir del coño de Aza y me gustó tanto que pocas embestidas después empecé notar que yo también estaba a punto de correrme.
—Se me sale, nene. Creo que me… me voy a me…
—¡Hazlo, por favor! ¡MEAME! —chillé— ¡Quiero que me mees encima y me llenes entero! ¡Échalo todo! —le grité mientras me corría dentro de su coño.
—Toma. Aquí viene, me encanta. Mira… míralo …todo. ¡Ay, que ganas, joder!
En ese momento un chorro enorme y caliente salió de su entrepierna hacia arriba mientras aún yo tenía mi polla dentro y me empezaba a correr. Echaba tanto que me llegó hasta el cuello mojándome todo el cuerpo. No paraba de salir y salir y yo, que aún seguía eyaculando en su coño, le acariciaba su cuerpo también excesivamente mojado.
Noté como el chorro iba bajando de intensidad y le sacaba mi polla de dentro. Sus fluidos y los míos se mezclaban en uno solo mientras me echaba encima de ella y la abrazaba.
Mi polla, que aún estaba sobre su coño chorreando las últimas gotas de leche, notaba como seguía saliendo líquido caliente ya en menos cantidad.
—Sigue, Aza. No dejes nada dentro —le susurré mientras le rozaba las tetas con la punta de mis dedos.
—Aquí viene más, nene. Toma más.
Y de nuevo un chorro enorme salió de su coño y empezó a mojarme pero esta vez me puse de rodillas frente a ella:
—Méame la cara, Aza. Por favor. Quiero que lo hagas.
—¡Toma…! ¡TOMA! —dijo mientras con la mano dirigía el chorro a mi cara— ¡QUE ME CORRO OTRA VEZ! —gritó.
Aza seguía expulsado líquido ahora sobre mi cara y se corría al mismo tiempo. Yo estaba completamente empapado y temblaba de placer y gusto recibiendo todo lo que ella me echaba encima.
Los gritos, los jadeos y los sonidos húmedos se mezclaban entre sí. Aza cayó completamente desfallecida sobre el sofá que, sorprendentemente apenas se había mojado ya que casi todo había caído sobre y suelo y sobre mí.
Yo, aun de rodillas, jadeaba.
Observaba la cara de placer extremo de mi amiga que se había corrido sobre mí dos veces en menos de un minuto y miraba con especial atención aquellas tetas que subían y bajaban con cada extenuante y profunda respiración. Yo las seguía acariciando.
—¿Me abrazas?
Me acerqué a ella, le di un beso que, por todo el cariño que le tenía, fue precioso y disfrutamos de una larga velada nocturna de juegos acuáticos.