Gitana

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Cuando conoces a una mujer como Noelia nada es como siempre, todo es diferente y cualquier cosa puede pasar en un aburrido día de charlas motivacionales. «Mujer y gitana» como dice ella hizo que mi concepto de las psicólogas cambiara completamente de parecer.

Si hay algo que intento y con bastante determinación es a no tener ideas preconcebidas de las cosas, lugares y sobre todo de las personas.

Me parece injusto que, por ejemplo, dejemos de hacer según qué cosas o visitar según que sitios porque nos hayan bombardeado en televisión con ciertas informaciones mermadas o modificadas a según que conveniencias.

¿Os pongo un ejemplo?

Como ya sabéis (y si no os lo digo yo) soy de Málaga y uno de los lugares que siempre quise visitar era Marruecos, pero yo no quería visitar los típico. No quería irme a las zonas turísticas europeizadas y demás, quería visitar el Marruecos profundo, el real y el de verdad. Al igual que Andalucía no es Marbella, Marruecos no es Marrakech.

Cuando me planteé mi primer viaje allí, los nervios eran más grandes que en cualquier otro viaje. La gente (mi gente) opinaba cosas que me influían, sobre todo en tema de salubridades, seguridad personal, etc. y por ello la primera vez que lo visité pequé de novato. Para que me entendáis con un ejemplo, no me llevé una cámara de fotos muy buena que tenía por miedo a que me la robaran, y, sin embargo, la segunda vez que volví a ir me la llevé sin pensármelo dos veces porque no había ningún problema.

Al final uno saca sus propias conclusiones de lugares, situaciones o personas en función de sus experiencias.

Por eso tenemos que intentar dejar los típicos tópicos a un lado y los estereotipos con las personas, sobre todo.

Desde hace tiempo sigo una regla que he hecho como mía: Opinaré de ti en función de cómo me trates a mí.

De ti podrán decirme lo que sea por la calle o podrán contarme historias o chismes pero yo te aplicaré la regla anterior SIEMPRE.

Uno de esos estereotipos extendidos que tenemos hoy es con las personas de raza gitana. Si bien yo tengo mi opinión personal habiendo tratado con muchas de ellas por mi trabajo son otro claro ejemplo de las ideas preconcebidas provenientes de clichés que no han cambiado en el tiempo.

Noelia era una mujer de mi edad, mucho más alta y grande que yo. De esas personas que entran a un lugar lleno de gente y hace que todo el mundo se calle para quedarse mirándola. No por su belleza que, por supuesto la tenía, sino porque son de esas personas que desprenden energía buena y positiva. Además, podrías pasarte horas y horas escuchándola hablar sobre cualquier tema y no te cansarías. Todo lo hace con extrema pasión.

No podíamos ser más diferentes. Era todo lo contrario a mí en lo que a gustos se refiere: música, literatura, aficiones, comidas… cien por cien opuestos.

Le encantaba escuchar flamenco, a mí rock. Le gustaban las comidas sencillas y a mí las elaboradas y sofisticadas. Si ella prefería viajes cercanos y de fin de semana, a mí los largos y lejanos.

Nos conocimos en un simposio sobre técnicas de marketing donde esos milagrosos gurús de las ventas te venden sus milagrosos precios por un módico precio. A mí no me gustaban nada ese tipo de eventos, pero la empresa donde trabajaba me obligaba a asistir a algunos de ellos como parte de mi programa de formación.

—Bueno, habrá que entrar ¿no?

Miré hacia atrás y allí estaba ella, alta, mucho más que yo. Era morena y con un pelo rizado muy abundante y con mucho volumen el cual crecía desde bien pronto en su frente. Su melena caía hasta media espalda.

Su amplia y perfilada sonrisa gracias a sus delgados labios y sus dientes alineados la hacían más llamativa aún.

Además, tenía unos brillantes ojos negros, aunque pequeños. Estaban encumbrados por unas largas pestañas negras rizadas, que complementaban muy bien su tez morena y su cara redonda.

—Uffff… —bufé con tono de hastío— Es que estoy aquí obligado. La empresa se ha empeñado y no me queda otra.

—Bueno, de cualquier sitio se puede aprender algo, ¿no crees?

—Andrés —dije estirando la mano esperando estrechar la suya.

—Yo soy Noelia.

Sin esperármelo ni por un instante se acercó a mí y poniéndome la mano sobre uno de mis hombros me dio dos besos teniendo que encoger sus largas y perfectas piernas para ponerse a mi altura. Cuando me di cuenta yo también me había puesto un poco de puntillas para llegar a su cara.

Al rozar su mejilla con la mía noté su suave y tersa piel.

—¡Qué efusiva! Lo siento, no estoy acostumbrado a saludar con dos besos a personas que apenas conozco.

—Punto positivo para ti, Andrés.

—Ah, ¿y tú si lo haces?

—No, no me refería a eso, hombre. Me refería a que has dicho personas cuando normalmente otros hubieran dicho mujer.

Por un momento pensé que ya tenía delante a otra mujer que odiaba a los hombres… hembrismo lo llamaba yo, pero no. Simplemente le había gustado que no distinguiera géneros.

—Es que somos personas, antes que nada. Bastante tenemos ya con clasificarnos en género, raza, color, etnia…

—¡Otro punto positivo para Andrés! ¡Dos en menos de un minuto!—exclamo con una gran sonrisa— Mira yo: Mujer y gitana. Ya tendría dos clasificaciones.

Su naturalidad al decir aquellas palabras me gustó y me hizo gracia lo de los puntos positivos.

—Bueno, te dejo que tengo que presentar el rollo este —dijo Noelia.

—¿Ah, que lo presentas tú? —pregunté con sorpresa—, entonces quizás sea menos rollo y sí que pueda aprender algo.

Noelia miró hacia atrás y me sonrió mientras me decía adiós con la mano. Se dio la vuelta tan rápidamente que el vuelo de su falda se levantó más de la cuenta y pude ver un ligero atisbo de su esbelto culo.

Joder, pensé.

Llevaba un vestido corto y coqueto. Una camiseta superior de encaje blanco se ajustaba a su enorme pecho con finos tirantes que acentuaban sus hombros. El encaje añadía un toque de elegancia al conjunto.

La falda corta del vestido, hecha de un material fluido y suave, caía sutilmente sobre sus robustas caderas y piernas, proporcionando un contraste encantador con la parte superior ajustada.

Iba jodidamente preciosa.

Una vez dentro tomé asiento en la grada de la sala de exposiciones me dispuse a escuchar cuatro horas de aburrida charla.

Cuando Noelia salió a presentar al primer ponente un ligero murmullo se oyó en la sala y pensé que era normal que despertara ese tipo de reacciones ya que llamaba la atención de cualquier manera.

Terminada la actividad de discursos y charlas en el patio me encontré con algunos colegas de otras empresas del mismo sector que el mío y nos pusimos a picar algo y a intercambiar opiniones de las ponencias y ponentes.

—Lo mejor de todo, la presentadora —dijo uno de los que estaba en la mesa comiendo con nosotros.

Yo sonreí.

—Sí, vaya pedazo de mujer. Además, tiene pinta de simpática, ¿qué opinas Andrés?

—Que lo es —afirmé mientras me vino la imagen del culo de Noelia cuando se despedía de mí—. Mucho.

—Ni que la conocieras.

—¡Hola, Andrés! ¿Me puedo sentar a tu lado? —Noelia se acercó a nuestra mesa con un plato de comida en una mano y una copa con cerveza en la otra.

—¡Claro! Ponte aquí —le indiqué mientras retiraba mi bolso con el portátil de encima de la mesa.

—Dime, ¿qué tal lo he hecho?

—Pues para mí que muy bien… muy natural todo. Aunque creo que deberías de hacer más énfasis en la parte que te has saltado donde avisabas del tostón que nos íbamos a comer.

Uno de mis colegas de profesión se levantó y le tendió la mano a Noelia:

—Hola, soy Raúl.

—Hola, Raúl. Soy Noelia. ¡Hola a todos! —dijo haciendo el ademán de saludar con la cabeza.

—No sabíamos que Andrés tuviera amigas como tú —espetó Raúl sonando como un capullo.

—¿Cómo yo? ¿A qué te refieres? —puntualizó Noelia con un tono más serio—¿Te refieres a lista e inteligente o más bien a guapa, tía buena y bellezón?

Raúl se dio cuenta de que había metido la pata y avergonzado pidió perdón mientras el resto de la mesa se reía.

—Yo creo que se refería a tía buena —le dije por lo bajo a Noelia para quitarle hierro al asunto.

Me miró un tanto inquisitiva y seria mientras me respondía:

—¿Crees que soy una tía buena? —preguntó mirándome seriamente.

—Claro, aunque hay cosas que le ganan a eso.

—¿Cómo qué?

—Tienes una personalidad arrolladora. Tienes una presencia muy fuerte. Además, tu oratoria es de diez. Eres inteligente… mucho diría yo… y como eres tan inteligente SABES —hice especial hincapié en esa palabra— que eres muy guapa y te jode que eso eclipse todo lo importante.

Noelia me miraba fijamente mientras su rostro serio se iba tornando a una amplísima sonrisa de nuevo conforme iba diciéndole todo aquello.

—Ahí está. Esa es la Noelia que tiene el magnetismo que vi esta mañana por primera vez.

—Yo soy todo eso y más… pero tú, amigo, tienes una labia que tela —sonreía.

—También soy inteligente y sé lo de mi labia.

Terminamos la sobremesa y a mí me quedaban aún tres horas de coworking para hablar y comentar con compañeros y superiores todo el tema de nuestro negocio además de presentar nuevas propuestas para el año siguiente.

Por el contrario, Noelia ya había terminado su trabajo y me dijo que se iría.

Resulta que vivía relativamente cerca de mi trabajo y acababa de empezar a trabajar en una clínica privada como pedagoga. Quedamos en vernos alguna tarde, pero yo no quería esperar más.

—¿Y si paso del tiempo de coworking y nos vamos a tomar un café?

—¿No te echará la bronca tu jefe?

—No creo… y más sabiendo él como son estos tostones.

—Pues por mí bien. ¿Qué hay por aquí cerca?

—Mira —le dije señalando al Corte Inglés Bahía —aquí cerca del Palacio de Congresos poca cosa… pero si quieres nos podemos ir al Plaza Mayor y allí ya ver qué nos apetece.

—¡Sí! Que hay cine… —exclamó con tono de ilusión Noelia.

Como ella había llevado su coche y yo no me propuso que, si me atrevía a ir en un coche con una desconocida, me podría llevar y traer.

Noelia llegó a la puerta principal del Palacio de Congresos con su coche, un SUV blanco y paró cerca de mí. Me dirigí hacia el vehículo y escuché una voz detrás de mí. Era Raúl de nuevo:

—¡No sabes tú na’! Te vas con la tía buena.

—Como la tía buena te oiga se va a bajar te va a meter una hostia que te va a quitar la tontería de golpe.

—Eso es verdad… esa tiene más fuerza que yo. Ten cuidado no te lesiones —dijo mientras apagaba un cigarro en un cenicero.

Menudo imbécil pensé.

Abrí la puerta de atrás y dejé mi maletín con el portátil. Me subí en el coche. Cuando me senté, cogí el cinturón de seguridad y me volteé para abrocharlo. Al mirar hacia abajo me di cuenta de las piernas tan bonitas y grandes y la falda tan corta que Noelia llevaba. Se le había subido bastante por ir moviendo las piernas al conducir y no quedaba apenas nada para la imaginación a excepción de aquella ropa interior negra que asomaba entre sus muslos.

Como un tonto me quedé mirando, pero reaccioné a tiempo antes de que Noelia me pillase. Las gafas de sol también ayudaron.

—No sé si te lo vas a creer o no —me dijo mientras bajaba la música del coche en la que sonaba flamenco—, pero es la primera vez que una persona a la que he conocido el mismo día se sube en mi coche y nos vamos a tomar café.

—Si quieres me bajo.

—¡No! —exclamó mostrando su amplia sonrisa— ¡Qué va! Si ese es el caso. Que estoy muy a gusto. Me das sensación de confianza.

—Quizá suene algo creído, pero suele pasarme.

—¿Tienes muchos amigos?

—¿Cuántos son muchos?

—Más de tres.

—A ver, amigos de verdad no tengo más de tres. Solo dos de hecho. Amigos-conocidos, como yo los llamo sí. Bastantes. Soy una persona generalmente sociable.

—Vale… genial.

—¿Y esa pregunta tan rara? —le dije algo extrañado.

—Simplemente por conocerte algo mejor.

No sé el porqué de aquella pregunta, pero para mí era muy placentero hablar con ella y contestar a todo lo que quería saber aunque a veces pareciese un interrogatorio.

Después de estar toda la tarde de cafeterías, heladerías y tiendas, mientras se paraba a ver un escaparate de cinturones le espeté:

—Así que gitana, ¿eh?

—¡Y mujer! —aclaró con voz orgullosa— ¿Algún problema con eso?

—Ninguno, simplemente que, si me fijo bien en ti, sí que puedo distinguir algunos rasgos comunes de tu raza, pero por tu apariencia general pareces más la típica mujer cordobesa, y eso que a mí no me gusta generalizar.

—¿Es que no te habías fijado en mí?

—Sí, en ti sí, pero no buscando ese tipo de características.

—¿Ah no? ¿Cuáles entonces?

—Ninguna en general…

—¿Ni si quiera cuando me miraste el culo al darme la vuelta esta mañana y se me levantó la falda, —preguntó mientras mi temperatura subía debido a la vergüenza— o ahora en el coche cuando me mirabas las piernas?

Por un momento me quedé cortado, pero enseguida reaccioné.

—Mierda… me has pillado.

—Bueno, por lo menos has mantenido la compostura y el respeto, no como tu amigo —sonó con retintín— Raúl.

—No es mi amigo. Solo lo conozco por trabajo… no es ni de esos amigos-conocidos de los que hablábamos antes.

—Se nota, tranquilo. Solo quería meterme contigo un poco. No me cuadraba que ese tipo de personas perteneciese a tu círculo social habitual.

—No, ni tampoco lo quiero en él… simplemente su empresa y la mía colaboran y ambos somos los nexos entre ellas.

—Entonces el lunes fijo que te llama para preguntarte que qué tal el fin de semana conmigo.

—Fijo.

—¿Qué le dirás?

—Probablemente algún estereotipo de las mujeres gitanas.

—¡Claro! Quien se acuesta con una gitana, empalmado se muere.

—Lo has dicho tú, no yo —me reí a carcajadas— ¿Y es verdad?

—No sé —dijo Noelia mientras se colocaba un mechón de su denso pelo detrás de la oreja—, espera a ver que pase el fin de semana y me comentas.

La respuesta me dejó un poco descolocado, pero estaba tan tremendamente cómodo con ella que simplemente la miré, me acerqué y le ofrecí mi brazo para que se agarrara a él.

Sé que la pose podría verse ridícula desde fuera por la diferencia de estatura entre ambos, pero los dos teníamos unas sonrisas preciosas, seguíamos andando y muy a gusto el uno con el otro.

Al final acabamos en el cine viendo John Wick 3 que curiosamente yo tenía muchas ganas de ver y que sorprendentemente eligió ella.

Durante toda la película, Noelia se apoltronó en la cómoda butaca del cine dejando su cabeza apoyada sobre mi hombro y su mano cogiendo la mía mientras nos acariciábamos con los pulgares. Parecíamos dos adolescentes perdidamente enamorados. Fui consciente de la situación cuando llegué a sentir aquellos nervios en el estómago… esos que se tienen a los quince años.

—Buah, que chula ha estado la peli. ¡Qué ganas tenía de verla!

—A mí tanta acción no me va, pero es que ver a Keanu Reeves de cualquier manera… pago por ello, vamos.

—No me extraña… aparte de estar buenísimo es un crack como persona.

—¡TERCER PUNTO POSITIVO PARA, ANDRÉS! —gritó— ¡Nuevo récord!

—¿Nuevo récord?

—Hasta hoy ninguna persona que hubiese conocido de primeras ha conseguido tener más de 2 puntos positivos.

—¡Cuánta psicología!

—¡Mucha! —sus ojos se llenaron de orgullo— Mi trabajito me está costando sacarme la carrera.

—¿Estudias psicología?

—Sí, voy por el tercer año ya.

—Creo que es hora de irme… no quiero que descubras cómo soy, eches a correr y me dejes aquí tirado sin coche.

Noelia soltó una sonora carcajada mientras tiraba algunas cosas en la papelera de la salida del cine.

—¿Quieres ir a cenar algo? —le pregunté— Ya que tengo tres puntos positivos déjame que gaste alguno.

—Me muero de hambre.

Elegimos Casa Carmen porque creíamos que era el que más comida casera tendría, pero como suele pasar en las grandes superficies no era así. Igualmente, la comida estaba muy buena y disfrutamos de una velada agradable, llena de conversaciones interesantes y muchas risas.

Cuando nos dirigimos al coche de vuelta cada uno con un helado en la mano íbamos totalmente en silencio. Era como la calma después de la tempestad de la cita porque para mí sí que había sido una cita y muy buena.

—¿Quieres que nos veamos otro día, Noelia?

—No —dijo con la cara excesivamente seria— quiero que nos sigamos viendo hoy.

—Joder, tan seria que te has puesto me he llevado un susto…

—Te asustas por nada, Andrés —su sonrisa volvió a sus labios.

—A ver… si la mujer con la que he pasado un día precioso (que hacía mucho que no pasaba) de golpe y porrazo me dice que no quiere que nos veamos otro día, pues como que me asusto un poco.

Noelia se limpió los labios con una servilleta que tenía entre los dedos, bajó de la acera y me cogió del cinturón, tiró de mí hasta ella y me besó.

Nos quedamos quietos unos segundos hasta que su lengua rozó mis labios suavemente. Yo abrí la mía y nos besamos apasionadamente con una posición un tanto cómica ya que sujetábamos ambos los helados para no mancharnos.

Era tan alta que aun estando yo encima de la acera, me tenía que poner un poco de puntillas.

—¡Qué bien besas!

—Y tú sabes a turrón y chocolate. La próxima vez me pido ese sabor. Entiendes de helados, Andrés.

—¿Te vienes a mi casa?

—¿Dónde vives? —pregunté.

—Qué más da, ¿no?

—Era por si primero iba a por mi coche.

—Es sábado, mañana te podría llevar donde quisieras… o el domingo, incluso el lunes a primera hora por si te quieres quedar —dijo casi susurrando.

Sonreí, la miré y la volví a besar.

Cuando entramos al coche los dos parecíamos tener prisa, de hecho, con esas prisas a Noelia se le quedó la falda bastante más subida que la primera vez no dejando absolutamente nada a la imaginación.

Mientras nos dirigíamos a su casa era de noche y yo intentaba disimular para echarle una ojeada a sus deliciosos muslos. De vez en cuando mi mirada se perdía en aquellas piernas tan grandes, morenas y bonitas. Una de las veces me quedé con la boca abierta:

—¿Te gusta lo que ves?

—Sí, desde la primera vez que lo vi esta mañana.

Noelia sonrió y levantó aún más su falda abriendo un poco las piernas. Levanté mis ojos y la miré fijamente. Sus ojos brillaban mientras se mordía el labio inferior y notaba como su pecho se hinchaba y se deshinchaba.

Sin que ella se lo esperase desabroché mi cinturón de seguridad, me di la vuelta y pasé a la zona de atrás sentándome justo detrás de ella.

Mis manos abrazaron el asiento desde el que Noelia conducía y fueron a parar a su cuello el cual empecé a acariciar con la yema de los dedos.

Podía ver sus ojos gracias al espejo retrovisor que daba mucho juego.

Mis manos empezaron a bajar poco a poco desde su cuello hasta sus preciosas y grandes tetas que masajeé fuertemente mientras seguía notando sus fuertes respiraciones. En un movimiento rápido levanté su camiseta y su sujetador dejándolas fuera.

Eran gigantes.

Hice por verlas echándome hacia delante y me deleité con ellas mientras las luces de la autovía pasaban iluminando el habitáculo sutilmente. Los jadeos de Noelia crecían poco a poco.

Una de mis manos se quedó jugando con uno de sus pechos y en su pezón encontró un piercing que incitaba más aún a hacerlo. Después seguí con el masaje que tanto la excitaba. Mientras, la otra mano bajó hasta su entrepierna la cual rozó suavemente.

Un jadeo con un ligero gemido salió de entre sus labios lo que hizo que mi polla se endureciese bastante.

Masajeé su coño suavemente por fuera de su ropa interior y cuando noté que el calor que tenía entre las piernas subió al igual que su humedad, subí esa mano hasta sus labios:

—Moja —Noelia lamió dos de mis dedos— Más —susuré.

Sin esperármelo metió tres de mis dedos en su boca y empezó a lubricarlos con su propia saliva, tanta que casi chorreaba hasta mi muñeca.

—Así —le dije mientras le daba un pequeño tirón a su piercing lo que desembocó en un gemido mayor.

Volví a bajar los dedos a su coño y casi sin esperar y de golpe se los hundí hasta el fondo.

—¡Ah, cabrón! Me gusta… mucho.

—Minipunto para Noelia —dije con ironía.

Y en ese mismo momento una sucesión de movimientos amplios, circulares y fuertes sobre el clítoris de Noelia empezaron a hacer que todo sonase mojado. En cuanto noté que esté se hinchó y le molestaban las fricciones, volví a metérselos de golpe esta vez empezando a sacarlos y meterlos a una velocidad importante.

Mi otra mano dejó por un segundo de jugar con sus tetas y en un momento me saqué la polla del pantalón porque ya me estaba empezando a doler de la presión.

Enseguida mi mano volvió donde estaba.

—Sigue, así… sigue…—gemía con desesperación contenida.

Soltó una de las manos del volante y agarró la mía que estaba en su pecho y apretó con fuerza. Después empezó a jugar con su piercing que a mí se me escapaba entre los dedos.

—Ya, yaaaa… me voy a correr, Andrés.

—¡Grita! —fue lo único que me salió decirle.

Y unos chillidos contenidos al principio y escandalosamente preciosos al final gritaban una y otra vez mi nombre intercaladamente con ya, me corro y ays.

Sus caderas se movían de delante hacia detrás mientras los roces y las penetraciones con mi mano era mucho más intensas. Notaba su estrechez y como se contraía por dentro aprisionando mis dedos como no había notado antes con nadie.

Saltaba de arriba abajo para que mis dedos, muy empapados en ese momento, entrasen y saliesen como ella querían, a la velocidad que ella quería y con la intensidad que ella quería.

Poco a poco sus movimientos fueron bajando y su pelo caía sobre su cara que ahora tenía un gesto de placer precioso junto a un brillo más intenso que antes y unas mejillas rojas y calidad del placer desatado.

Noelia me miraba a través del espejo retrovisor, pero sin dejar de mirar la carretera. Sonreía con gesto de felicidad mientras se recolocaba el pelo. Sus tetas seguían fuera de sus camiseta y cuando las fue a colocar la detuve.

Poco a poco retiré de su entrepierna mi mano que estaba mojadísima. Mientras Noelia no me quitaba ojo me acerqué los dedos a la boca y empecé a lamer sus fluidos con mucha tranquilidad y parsimonia pasando la lengua entre ellos.

Ella cambió el gesto de su sonrisa de placer a un gesto de asombro que rozaba la seriedad, pero conforme pasaban los segundos y me observaba mientras me deleitaba con sus sabor, su mueca se volvió a una mezcla de satisfacción, lujuria y lascivia.

—Quiero más, Andrés.

Mientras ella seguía conduciendo y antes de llegar a su casa, se corrió dos veces más. Una de ellas masturbándose ella misma mientras me observaba en la parte de atrás pajeándome enérgicamente, aunque me controlé para no llegar a correrme.

—Mañana tendré que limpiar el asiento —dijo mientras se bajaba del coche.

—¡Qué envidia de asiento! —dije sonriendo mientras me acercaba y la abrazaba desde atrás en la puerta de su casa —la próxima vez te diré dónde te tienes que sentar.

—Tres orgasmos, tres puntos positivos para Andrés.

Ya dentro de su casa, en el recibidor nos paramos un rato a besarnos apasionadamente y una de esas veces me arrodillé para meter mi cabeza en su entrepierna.

Noelia tenía todo en proporción y me excitó en exceso que su coño apenas cupiese en mi boca.

Como pudimos llegamos al salón y ella estaba ya sin ropa, recostada sobre el sofá y con las piernas excesivamente abiertas mientras mi boca seguía succionándola con fuerza.

Con dos dedos se lo abría para dejar fuera su abultado clítoris el cual chupaba con fuerza y lo saboreaba con muchas ganas.

—Así, así… por favor.

Cuando le metía la lengua todo lo que podía en la vagina ella seguía frotándoselo con mucha potencia con una mano mientras con la otra me instaba a follármela con la lengua al ritmo que quería.

—Necesito polla, ya. Métemela, ya —ordenó a los pocos minutos.

—No, quiero comer más —le dije casi sin apenas poder hablar.

—Que me la metas ya, Andrés.

—¡No! —volví a negar mientras abría más sus piernas y seguía comiendo.

Una serie de convulsiones y espasmos muy reconocibles volvieron a llenar su coño de más humedad y gritos descontrolados se escuchaban mientras repetía mi nombre.

—¡Andrés! Otra vez… otra vez me corro, cabrón.

Córrete en mi boca pensaba yo lamentándome de no poder gritarlo a voces por tener la lengua dentro de Noelia. Ella movía sus caderas arriba y abajo rozándome toda la cara con su coño y mojándomela irremediablemente.

Cuando sus gemidos Noelia cesaron y mientras nos abrazábamos me dijo:

—Cuatro… cuatro corridas y aún no me la has metido.

—¿Quieres otra? Me encanta comerte el coño. Podría estar horas…

—No se nota —dijo irónicamente mientras se reía.

—¡VOY!

—Nonono… de eso nada.

Noelia hizo alarde de fuerza que su tamaño le daba y me tiró contra el sofá mientras me terminaba de quitar la poca ropa que me quedaba. Se hizo un moño alto para que el pelo no le molestase y se puso de rodillas frente a mí.

—No tienes que devolverme el favor.

—¿Qué favor? ¿Qué pasa, que a mí no me puede gustar comer pollas?

—Claro que sí, pero que…

—Que te calles o te quito un punto —contestó con una risa mientras mi polla desaparecía en su boca.

El ritmo empezó lento apenas usando las manos. La succión era brutalmente fuerte, tanto que me llegaba a molestar.

—Ufff… tranquila. Despacio —tuve que decir.

—Me emociona comerte la polla. Me gusta ver cómo te retuerces —contestó mientras me pajeaba un rato.

Volvió a hacerme la felación, pero esta vez más delicadamente. Así me gustaba mucho más. Además, ella había empezado a tocarse y se masturbaba fuertemente con su mano la cual yo cogía de vez en cuando y lamía con gusto.

Cuando llevaba un buen rato de mamada Noelia se levantó, se sentó a horcajadas sobre y mí metiéndose mi polla sin apenas esfuerzo en su precioso y apretadísimo coño.

Mi cara quedaba a la altura de sus tetas y eso denotaba la diferencia de tamaño y altura entre ella y yo, pero me pareció una ventaja enorme que sus dos pechos quedaran a la altura de mi boca: Me voy a hinchar de comer, pensé.

Las caderas de Noelia se movían hacia atrás y hacia delante haciendo unos círculos muy amplios que hacían que el roce de mi polla por dentro de su coño se notaran en exceso.

Sus jadeos y los míos crecían de nuevo:

—Tu coño es apretadísimo.

—Ummm… vamos Andrés. ¡Me toca!

Y enseguida empezó a cabalgarme fuertemente mientas sus manos se apoyaban en mis hombros.

El choque de sus coño con mis huevos sonaban como fuertes bofetadas que indicaban el ritmo de cada penetración. Debido a la estrechez y el excesivo roce me corrí en menos de dos minutos gritando y gimiendo con una de sus tetas metida en mi boca.

—Joder, Noelia. ¿Cómo quieres que aguante? Imposible, entre lo excitado que estaba y lo estrecho que tienes el coño ¡IMPOSIBLE! —dije jadeando.

Ella me cogió la cara con sus manos y me dio un beso con una ternura preciosa. Mientras lo hacía los movimientos de subida y bajada comenzaron de nuevo. Esta vez eran muy lentos.

—No te preocupes, yo te cuido… yo me encargo —jadeaba en mi oído mientras me besaba el cuello—. Además, no se te ha bajado todavía… está bien dura ¿Ves? Quien se acuesta con una gitana…

El movimiento tan pausado y su coño tan húmedo hicieron que mi polla estuviera lista en pocos segundos y una nueva cabalgada, esta vez más fuerte que la anterior, llegó a unos límites impresionantes.

Sus tetas rebotaban arriba y abajo vigorosamente sin posibilidad alguna de poder metérmelas en mi boca otra vez.

Sus caderas y sus piernas vibraban con cada embestida que Noelia realizaba y su culo chocaba contra mis piernas que ya notaba excesivamente mojadas de nuestras humedades.

Durante un buen rato Noelia no bajaba el ritmo, pero el cansancio de tanto movimiento empezó a hacer mella.

La empujé echándola a un lado mientras que yo me levantaba y sujetándome la polla le dije:

—Ven, ponte a cuatro que quiero follarte yo así.

Jadeando y respirando fuertemente se levantó, apoyó sus rodillas en el asiento del sofá y fue abriendo las piernas poco a poco hasta que su coño quedó a la altura de mi polla. La apoyé contra él y apreté lentamente hasta que resbaló poco a poco dentro de Noelia.

—Ufff… que bien se siente tu polla, Andrés… dame despacito. Primero flojito.

Su enorme, redondo y perfecto culo era difícil de controlar, porque sin querer también se movía hacia delante y hacia atrás.

—Quieta, que ahora me toca a mí —le dije mientras agarraba sus caderas con mis manos.

Eran tan grandes que me costaba abarcarlas con ellas y con cada embestida su culo ondeaba y vibraba. Eso me instaba a penetrarla cada vez un poco más fuerte.

—Dios, qué pasada de culo tienes.

—Fuerte…fóllame un poco más fuerte… por favor.

Ahora era yo quien subía el ritmo de las penetraciones y cada vez que nuestros cuerpos chocaban el sonido era precioso.

—Azótame Andrés… hazlo fuerte —me encantaba que me pidiese lo que quería.

El primer manotazo fue acompañado de un así comedido, pero la segunda bofetada bastante más fuerte dejó mis mano completamente señalada en su glúteo.

—Así, así… no te reprimas. ¡PÉGAME FUERTE, JODER!

Acariciaba su espalda y su culo y cuando menos se lo esperaba otro fuerte manotazo acababa por golpear donde ella quería.

Volví a subir el ritmo un poco más y Noelia empezó a gritar y a gemir excesivamente

—Me corro, me corro Andrés… como te pares te mato.

Otro azote hizo que gritara aún más todavía.

—Tírame del pelo… agárramelo y tira, por favor.

Sonaba a una mezcla de desesperación y excitación.

Obedecí y mientras lo hacía noté que mis huevos iban a explotar de un momento a otro con tanta intensidad en la penetración.

Solté sus caderas y, mientras con una mano sujetaba su largo y recio pelo y tiraba hacia mí, con la otra azotaba ininterrumpidamente su precioso y ahora rojísimo culo.

—Quiero oírte cuando te corras… dímelo.

—Me corro, cariño.

—No te oigo, Noelia —le grité dándole un fuerte azote.

—¡Que me corro!

—Más fuerte —susurré acercándome a su oído.

—¡ME CORRO!

—¡MÁS FUERTE!

—Que… que me corro… me … me corro, me corro, Andrés, ¡ME CORRO, ME CORRO… ME ESTOY CORRIENDO, JODER…! —no paraba de repetir.

Y mientras Noelia gritaba y temblaba tiré más aún de su pelo pudiendo llegar a ver su cara de placer que casi la hacía ver agonizante. Un hilo de fina saliva salía de entre sus labios debido a tanto placer que estaba sintiendo.

Apretó sus piernas intentando juntarlas y el roce de mi polla dentro de ella era completamente impresionante.

Se dejó caer hacia delante mientras su piernas y su coño no dejaban de temblar. Su cara se apoyó contra el respaldo del sofá ahogando casi todos los gritos.

Di un paso hacia delante para que mi polla no se saliera. No bajé el ritmo ni por un momento y cuando noté que el orgasmo de Noelia había terminado se la saqué y me empecé a pajear allí de pie frente a ella con su cara todavía metida en el cojín del respaldo del sofá.

—Qué cabrón… menuda corrida, Andrés —dijo mientras se daba la vuelta reincorporándose y sentándose en el sofá.

Al verme delante de ella pajeándome, Noelia empezó a acariciarme las piernas. Intentó masturbarme ella, pero no le dejé apartando sus manos con delicadeza y volviéndolas a colocar sobre mi culo.

Empecé a respirar más agitadamente y subí el ritmo a un nivel frenético.

Noelia clavó sus ojos sobre los míos.

Agarró sus tetas y las puso muy cerca de mí polla mientras que mi mano izquierda rodeó su cuello agarrando su pelo de nuevo del cual tiré muy suavemente haciendo su cara quedase hacia arriba.

—Mírame… mírame a los ojos —le dije excitado con cierto tono de desesperación.

Nuestros ojos se clavaron entre mutuamente los unos sobre los otros y sin perder la mirada entre los dos ni un instante empecé gritar y a correrme sobre sus pechos.

—Córrete encima de mí…vamos, Andrés —ordenó mientras ella movía la cabeza de arriba abajo a modo de afirmación —aquí… ¡AQUÍ! —dijo mientras levantaba más sus tetas frente a mí.

Un primer chorro de líquido blanco impactó fuertemente en sus tetas y a causa de eso le salpicó por todo el cuello llegando un poco a una de sus mejillas que enseguida resbaló de nuevo hacia abajo.

Antes de que el resto de esperma brotara coloqué mi polla entre sus enormes tetas y empecé a moverme adelante y atrás rozándome contra ella.

—Eso es, fóllalas así… príngame las tetas de lefa.

Una cantidad considerable de semen volvió a salir y acabó entre sus senos resbalando y llenando sus grandes piernas. Noelia empezó a frotárselas esparciendo todo el líquido por su pecho y por sus muslos.

—Me encanta lo caliente que esta.

Mis rodillas empezaron a temblar del placer y aún con mi polla perdida entre sus tetas me dejé caer lentamente de rodillas. La abracé mientras un precioso beso nos dejó exhaustos a los dos sobre el sofá que también se había manchado.

—Mañana tengo que limpiar el sofá también.

Nos reímos.

—¿Te puedo decir una cosa? —preguntó—, pero no te enfades.

—Lo intentaré.

—La próxima vez que te corras y no me dejes elegir donde quiero la leche, te castigaré con un punto negativo.

—Tú solo dime donde la quieres y yo te obedeceré encantado.

—Otro punto positivo para ti —dijo abriendo la boca indicando donde quería la próxima corrida— Aquí… la próxima aquí.

—Y otro punto positivo también para ti.

Volvimos a besarnos y pasamos un fin de semana impresionante llenos de puntos positivos que a día de hoy seguimos usando frecuentemente.

Andrés Pérez Palacios
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ANDRÉS PÉREZ PALACIOS
– Escritor de literatura erótica –

Gracias por pasar por aquí: mi gran afición es escribir #RelatosEróticos o como yo lo llamo #PornografíaLiteraria.

Escribo para mí y porque lo necesito, por eso no espero la aprobación de nadie ni hacerme famoso con esto. Este tema me fascina y por eso lo elegí.

Estas son mis vivencias y experiencias, ni mejores ni peores que otras. Lo que sí te pido es que las respetes. Si te gusta lo que lees deja un like ❤️. Un abrazo y se feliz.

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