EL TRÍO DE DOS

Cuando era más joven y aun no tenía una gran experiencia en el sexo me tenía que buscar la vida para tener escapadas con mis amigas. Solía investigar sitios para poder pasar unos días tranquilo con ellas y, si me gustaba el lugar, lo solía visitar luego yo solo para relajarme unos días si me hacía falta.

Uno de esos lugares lo encontré a los pies de un lago. Era un recinto cerrado con murallas alrededor imitando una fortificación medieval mientras que dentro encontrabas un conjunto de casas individuales (eran villas) con su parcela independiente, su piscina privada y todo ello como he dicho a los pies de ese lago.

En la entrada del mismo tenía una casa enorme donde se encontraba la recepción, un pequeño supermercado y el restaurante que, además, era buenísimo.

Me encantaba aquel lugar en medio de la naturaleza a 30 minutos en coche de cualquier zona urbana. Quizá penséis que está un poco apartado, pero teniendo el restaurante y la tienda (que no estaba mal surtida), no hacía falta salir de allí para nada.

—He encontrado un sitio impresionante, Ana. Creo que te va a gustar.

—¿Dónde?

—Mira —le dije mientras le enseñaba las fotos de la web—. Mira que piscina —sonó con tono pervertido.

Ana me miró con sus grandes ojos verdes y sonrió.

—¡Vaya sitio, no!

—Me ha encantado. Si quieres este fin de semana vamos a verlo y si nos gusta nos cogemos tres o cuatro días para irnos a descansar.

—Y a follar.

—Jajajajaj sí, y a follar —repetí a modo de afirmación.

—En la piscina.

—En la piscina —reiteré entre risas.

Ese fin de semana, tal y como planeamos, fuimos a visitar el lugar. Aunque muchas veces las fotografías difieren bastante de la realidad, esta vez no. Todo era perfecto. El lugar de ensueño y la ubicación perfecta nos hicieron tomar la decisión allí mismo y alquilarlo durante 3 noches a un mes vista.

Además, nos quedamos a comer allí para probar el restaurante y la verdad es que nos encantó.

Ya de vuelta a Málaga, Ana no paraba de decirme las ganas que tenía de pasar esos días conmigo los dos solos y que iba a comprar cositas para la ocasión… como decía ella para que sea lo más inolvidable posible.

El día anterior a irnos a la villa me fui un sex-shop que me habían recomendado y que, más adelante, se convertiría en mi tienda de productos sexuales de lujo. Mientras Ana trabajaba, era enfermera.

Entré al establecimiento y conocí a Martika, la dueña, quien con el paso del tiempo se convirtió en amiga y consejera sexual. Gracias a ella aprendí muchísimo sobre los juguetes sexuales: los tipos de dildos, las mejores marcas de vibradores, anillos estranguladores, arneses, etc. En su tienda solamente había productos de primeras marcas, eso sí, sexuales.

Totalmente contrario a otros sex-shops que he visitado, este era muy luminoso, decorado en color amarillo tráfico con los detalles en violetas. Las ventanas, translúcidas gracias a pegatinas de vinilo bancas que daban ese efecto, llenaban de claridad toda la tienda, pero a la vez permitían una buena privacidad.

El local era muy grande y tenía una distribución de los productos bastante diáfana y raleada, permitiendo una amplia visión de todo y sabiendo de un solo vistazo donde estaba cada cosa.

—Hola, ¿qué tal? ¿Puedo ayudarle en algo? —me preguntó Martika mientras yo miraba el estante de una marca llamada Love Sense.

—Hola, ¿eres Martika?

—Sí, soy yo.

—Mi nombre es Andrés. Me ha recomendado tu tienda mi amiga Evelyn. Dice que me vas a poder ayudar.

—¡Ah! ¡Sí! Evelyn. Hace pocos días estuvo por aquí que era el cumpleaños de una amiga y quería regalarle algo.

—Sí, me lo dijo. Por eso he venido. Dice que, como tus consejos y tu tienda, no hay nada —le contesté mientras sonreía y miraba uno de los consoladores más grandes que había en el expositor.

—Y, ¿en qué te puedo ayudar, Andrés? —preguntó con un tono gracioso mientras se colocaba un mechón de cabello pelirrojo detrás de la oreja.

—Pues verás… este fin de semana me voy con mi pareja de escapada y necesito hacerle algún regalo para disfrutar los dos.

—Vale, cuéntame más de ella. ¿Qué le gusta en el sexo? ¿Penetración, estimulación externa, interna…?

Me pareció muy directa y en otro caso quizá me cohibiría, pero pensé que por su trabajo era lo mejor. “Creo que nos vamos a llevar bien” pensé.

—Pues sé que le encanta recibir sexo oral y en la penetración disfruta mucho a cuatro patas y fuertecito —le dije mientras un cosquilleo me recorrió la entrepierna—. Además, le encanta estar lubricada porque me lo ha dicho muchas veces.

—Perfecto, sígueme —me dijo Martika mientras echó a andar hacia el fondo del establecimiento— ¿Os gusta el porno? ¿Soléis verlo?

—Sí, yo lo veo con ella y sin ella. Solemos grabarnos algunas veces y luego lo vemos juntos.

—Me gusta y me gustas —me quedé un poco cortado—. Sois abiertos en el sexo y me gusta que hables tan directamente y sin tapujos. Eso me dice mucho del tipo de persona que eres.

—¿Sí? ¿Cómo soy?

Martika hizo una larga descripción de mí que ni yo mismo la habría hecho. Acertó en todo y describió mis fetiches, mis gustos, mis filias y mis fobias en los 5 minutos en que tardó en meter unos cuantos juguetes sexuales en una preciosa caja de color amarillo metalizado con un lazo morado, que eran los colores de su tienda.

—Además, tienes un lado oculto que no le muestras a todo el mundo y que a ella aún no se lo has mostrado del todo. Has hecho, o sabes más de lo que dices o aparentas… eso sí, tienes pinta de ser fiel hasta la médula —terminó por añadir Martika.

—Diez sobre diez. Ahora lo digo yo: Tú también me gustas… creo que nos vamos a llevar bien —sonreí mientras le preguntaba cuanto debía pagarle.

Mientras pasaba la tarjeta por el datáfono, Martika me había ido dando unos documentos donde venían las instrucciones de uso y cuidado de varios juguetes que, por cierto, ni me había dado cuenta de cuales eran.

—Oye, no he visto los juguetes —le dije mientras me reía.

—Ahí está parte de la gracia. Es un regalo para ambos. Ya me contarás cuando los abras. Además, si no te gusta alguno o ninguno te devolveré el dinero sin tener que devolverlos.

—Eso no pasará.

—Lo sé —sentenció.

Mientras abandonaba la tienda, que me había encantado, por cierto, iba pensando en qué me podía encontrar en la caja. Ya estaba soñando despierto con lo que iba a hacer con Ana con lo que había dentro de la caja.

Llegué al sótano de aparcamientos de mi edificio y escondí la voluminosa y llamativa caja de juguetes en el coche en el doble fondo del maletero y luego subí hasta casa.

Al abrir la puerta escuché la voz de Ana hablando por teléfono que ya había llegado a casa ya que se iba a quedar esa noche conmigo para salir temprano y no tener que ir a recogerla. Pasé por su lado y le acaricié la cabeza a modo de saludo y me dirigí al baño a darme una ducha y a prepararme para mañana.

Aproveché y me rasuré completamente para estar más cómodo. Siempre que me rasuraba, después de hacerlo y al lavarme la zona me ponía muy cachondo de notar esa suavidad, de hecho, empecé a masturbarme, pero paré enseguida porque quería ir bien preparado al día siguiente.

Cuando salí ya con ropa de andar por casa me encontré a Ana en el mismo sitio despidiendo ya la llamada y cuando colgó soltó un resoplido largo y sonoro:

—Has oído, ¿no? —me pregunto con tono de frustración.

—No, pasé al baño a ducharme y no he escuchado nada… entre la afeitadora, la música y el ruido de agua…

—Tania, que lo ha dejado con Fernando —contestó con tono serio.

—Bueno… cosas que pasan —contesté mientras me sentaba en el sofá a su lado.

—¡Me flipa! —dijo algo sobresaltada—. Me deja alucinada el pasotismo que tienes algunas veces para las cosas.

—No es pasotismo, Ana. Es que son cosas que pasan. Todos los días nace gente, rompen parejas, despiden a trabajadores y se pierden mascotas, hay infidelidades… quiero decir que con cosas que escapan a nuestro control. Lo único que podemos hacer es estar al lado de nuestros amigos que están sufriendo en esa situación y apoyarlos.

—Joder. Pensé que es que te daba igual.

—Para nada, pero no podemos tampoco hacer un mundo de un grano de arena de algo que pasa miles de veces por minuto.

—No, si llevas razón en eso —me dijo Ana mientras abría el frigorífico para ver que encontraba para cenar—, solo que me jode porque es mi amiga.

—Es lo normal ¿Y qué ha pasado?

—Nada y todo. Quiero decir, que no ha habido nada raro por parte de nadie, ni discusiones, ni cuernos, ni nada… simplemente se acabó.

—Bueno, creo que es la causa más común. Se acaba el amor por el motivo que sea y lo mejor es terminar lo antes posible. Dejar todo claro, pasar el luto y a seguir con tu vida, ¿no?

—Qué fácil lo haces ver, Andrés.

—Es solo mi pensamiento. Otra cosa es como actuemos luego.

—Ya… La verdad es que Tania está bastante jodida… y bueno, tengo una mala noticia: Le he dicho que se venga con nosotros el sábado y el domingo a la villa.

—No —le dije algo serio—, que se venga los cuatro días. La casa tiene dos dormitorios y dos baños… ¿Qué más da?

—Te quiero —me contestó mientras me miraba con la mirada tierna—. De bueno eres tonto.

—De eso nada —sonreí—. Esta me la pagarás con creces— le dije mientras Ana llamaba a Tania para decírselo.

Al momento me llegó un SMS con un simple Gracias escrito en la pantalla.

A la mañana siguiente pasamos a recoger a Tania a quien encontramos de pie en la acera del portal de su casa. Vivía a unas pocas calles de casa de Ana. Bajamos del coche que dejamos parado en segunda fila y mientras Ana iba a darle un abrazo yo cogí su maleta y la subí al portaequipajes. Recordé que la caja del sex-shop estaba allí. Se me había olvidado sacarla.

A Tania le resaltaban el azul de sus ojos el evidente rojo de haber estado llorando y sin dormir toda la noche. También le di un abrazo.

[..]

—¡Vaya sitio bonito habéis encontrado! —dijo Tania.

—¿Verdad? Creo que se va a convertir en uno de mis sitios favoritos —dijo Ana.

—Sí, con diferencia —contesté mientras íbamos al restaurante a comer algo. Ya eran las 2 de la tarde.

Habíamos llegado y nos habíamos instalado y deshecho las maletas para estar lo más cómodos posible. Coloqué el ordenador portátil encima de una pequeña mesa del salón con dos altavoces que me había llevado y puse algo de música.

Fui a la tienda y compré algunas botellas de alcohol y refrescos además de un buen cargamento de hielo. Aunque yo no bebo y Ana tampoco solía beber mucho, sospeché que esa noche las penas de Tania se iban a ahogar en una buena dosis etílica.

La comida me sorprendió de nuevo. Nos sorprendió a todos realmente. Además, encontré a Tania bastante afable y entera dadas las circunstancias.

El camino hasta la casa que habíamos alquilado era adoquinado y ancho con un bordillo a ambos lados que los delimitaban perfectamente de los jardines que lo rodeaban. Además, frondosos árboles daban una sombra agradable ya que hacía bastante calor para ser aún primeros de mayo.

Ana se quedó en la tienda comprando algunas cosas para la merienda y Tania y yo nos dirigimos a la casa para hacer café.

—Gracias, Andrés.

—¿Otra vez me lo vas a decir?

—Sí, has… bueno, habéis sacrificado un fin de semana que teníais para los dos por aguantar a una petarda depre como yo.

—Tania. Eres la mejor amiga de Ana… y creo que con eso lo digo todo.

—Gracias, de verdad —me dijo mientras me daba un abrazo.

—¡EH! ¡Que corra el aire por ahí! —gritó Ana que ya venía detrás de nosotros— ¿Me despisto un momento y ya te arrimas a mi novio?

Tania se reía a carcajadas mientras que yo hacía el ademán de acariciarle todo el cuerpo, pero de una forma burda y torpe a modo de broma.

Nos reímos durante todo el camino de vuelta a la casa y al llegar Ana y Tania decidieron darse un baño en la piscina. Yo me fui al dormitorio a echarme un rato en la cama porque estaba un poco cansado. Así además podrían hablar ellas abiertamente de todo el tema de su ruptura sin tenerme a mí por medio.

A la piscina se accedía por un amplio ventanal corredero desde el salón, aunque desde la cocina también había un acceso.

Desde los dos dormitorios se podía ver la piscina ya que las ventanas estaban dirigidas hacia ellas, embocando ambas en orientación este, lo que las hacía bastante frescas y más con el la solería de loza que había en el suelo. Todo muy rústico pero mezclado con toques modernistas.

Entré en mi dormitorio y cerré la puerta. Me quité la ropa y me quedé completamente desnudo. Me senté en la mesa buscando alguna película en la televisión antes de meterme en la cama y corrí las cortinas para que no entrara demasiada claridad.

Mientras lo hacía vi como Ana y Tania iban hacia la piscina ya con los bañadores puestos. Mi novia llevaba solo la parte de abajo mientras que Tania, mirando hacia todos sitios y en especial a la casa, también se quitó la parte de arriba del bikini.

Tenía unas tetas realmente impresionantes que brillaban al sol por la blancura de su piel. Eran grandes y duras ya que se le notaba al andar.

La parte de abajo el bikini era tipo brasileño y dada sus prominentes curvas le hacían una figura espectacular. Su culo era grande y redondo y se movía deliciosamente mientras andaba.

Ana ya estaba en la tumbona boca arriba mientras Tania empezó a ponerse protector solar por todo el cuerpo. Frotaba con fuerza sus piernas, sus tetas y sus brazos para que la crema se absorbiera lo mejor posible. Cuando terminó de echarse en todo el cuerpo quedó con un brillo impresionante.

Ana le indicó que le echara crema a ella también en la espalda y su culo que tanto me gustaba y que siempre que podía azotaba, empezó a recibir su dosis correspondiente de crema mientras Tania se agachó haciendo que su culo pareciera aun más grande dejando más bien poco a la imaginación.

No me había dado cuenta, pero ya llevaba un rato con una erección importante mientras espiaba a mi novia y su amiga y me empecé a masturbar. Total, sin no voy a follar este finde. Ya no tengo que reservarme. Pensé.

Me imaginaba que el culo de Tania tenía mi polla entre sus glúteos y que hacía un movimiento de subida y bajada mientras Ana miraba expectante mientras se tocaba suavemente la entrepierna. Pensaba que con la crema que se había echado todo resbalaría mucho y que era una pasada… Lo pensaba tan fuerte que casi podía oler la crema desde donde estaba.

En ese momento se dio la vuelta y volví a la realidad pensando en que podría verme.

—Ya te vale, crack. Masturbándote mirando a tu novia y su mejor amiga en la piscina —me dije a mi mismo en voz baja.

Me acosté y me dormí.

Aquella misma tarde tomamos café, pasaron a las copas y cenamos varios sándwiches que preparamos en un momento. Además, todo estaba lleno de chucherías, frutos secos, mucho helado y mucho chocolate.

Durante la noche hablamos de muchas cosas. Tania pasó por todos los estados posible entre risas y llantos; y cada vez que lloraba yo le daba uno o dos bombones.

—Así da gusto —decía con la lengua ya trabada.

—Sí. Andrés es un sol… creo que es una de las pocas personas que sabe entender a las mujeres.

—No —contesté un poco tajante—, no se trata de entender a una mujer… se trata de saber entender un sentimiento… da igual de quien venga.

—¿Ves? Un sol — reafirmó Ana sirviéndose otra copa de ron con cola.

A eso de las 3 de la mañana decidimos casi a la vez irnos a dormir.

Ana tuvo que ayudar a su amiga a llegar a la habitación ya que apenas podía caminar… no bebió en exceso, pero no estaba tampoco acostumbrada.

—¿Ya se ha acostado?

—Y dormido. Ha sido tumbarse en la cama y quedarse frita.

—Me alegro. A ver si descansa que vaya cara traía esta mañana la pobre.

—Sí —contestó Ana mientras cerraba la puerta del dormitorio.

Ya había empezado a desvestirme y Ana también.

Cuando me di la vuelta para ponerme el pijama…

—Me arde el coño, Andrés. Estoy cerdísima desde hace un rato —me dijo Ana mientras me cogía la polla y me la empezaba a acariciar.

—Pues date una ducha fría que tenemos compañía.

—La compañía se ha quedado profundamente dormida y no creo que se despierte hasta mañana.

—Ana —le dije sonriendo—, como te gusta follar en situaciones así.

Terminé de decir esas palabras y mi novia se había puesto de rodillas y había empezado a besarme la polla que ya estaba bien dura. Le encantaba cogerla entre las manos, humedecerse los labios con saliva y darle besitos que cada vez era más fuertes hasta que en uno de ellos se la metía en la boca y me hacía una preciosa mamada.

Yo acompañaba su cabeza con mis manos mientras le acariciaba el pelo. Me gustaba sacársela de la boca, masturbarme durante unos segundos y pasársela por la cara y los labios mientras que esos ojos verdes me miraban con lujuria. Luego soltaba mi polla y ella seguía con la mamada, sin manos a ratos y otras con ellas.

—Vamos a la piscina. Apaga las luces y vamos a follar allí.

—¿Estás segura, Ana? Nos puede ver Tania si se despierta.

—Vamos por favor… y si se despierta que se vuelva a dormir.

—O que mire —le dije yo con sonrisa burlona mientras me masturbaba un poco más.

—¡Si, claro! Ya que se una…

—No, eso no —le dije en tono serio pero burlón.

—¿No te gustaría follarte a las dos a la vez?

—Ana, si no puedo apenas con una, ¿voy a poder con las dos?

Empezamos a reírnos y salimos a la piscina. Me dirigí a una columna de la pérgola donde se encontraba la zona de la barbacoa y apagué las luces que le daban al agua un tono turquesa precioso. También apagué las luces exteriores.

—Llevo pensando lo de follar en la piscina desde que vi las fotos —me dijo Ana mientras me hacía sentarme en el peldaño más superior de la escalera romana y se quedaba desnuda.

—Pues vamos a follar… toma —le dije agarrándome la polla mientras me pajeaba flojito.

Ana volvió a mamármela. Mientras lo hacía, me masajeaba los huevos y también los lamía. De vez en cuando se paraba con la polla metida en la boca y jugaba con su lengua recorriendo y mojando todo lo que podía.

En ese momento se encendieron los chorros de la piscina y el agua se agitó un poco más. No pude evitar recordar aquellas noches en las que me colaba en la piscina de mis abuelos con mi prima y nos masturbábamos con ellos.

Levanté a Ana en brazos y la senté en el bordillo. Su coño quedaba a la altura perfecta y empecé a lamérselo. El sabor del cloro con el de sus fluidos me traían recuerdos.

—Me encanta comerte el coño, Ana —estaba delicioso y siempre se lo decía. Tenía un sabor riquísimo y me pasaba mucho tiempo comiéndoselo.

—Así, Andrés. Méteme la lengua todo lo que puedas, por favor.

Era una cosa que a ella le encantaba: que endureciera mi lengua y se la metiera todo lo que podía.

Ana levantó las caderas y comenzó un movimiento de sube y baja que hacía que todo su coño me rozara prácticamente toda la cara. Su mano mientras masajeaba su clítoris o bien agarraba mi cabeza para apretar mi boca más contra ella.

Al incorporarme un poco para llegar lo mejor posible a su entrepierna noté como uno de los chorros de la piscina me daba en una pierna, así que me coloqué de tal manera que diese sobre mi polla.

Esos chorros se podían cambiar de dirección porque tenían una parte móvil en forma de bola que se lo permitían, así que los puse donde yo quería. La presión era fortísima y tenía que quitar la polla cada poco tiempo si no quería correrme enseguida.

Ana me agarraba de la cabeza mientras gemía y seguía con su movimiento satisfactorio. De vez en cuando se retiraba de mi boca, me miraba, se daba un par de leves azotes en la zona del clítoris y me volvía a poner el coño en la boca.

Empezó a moverse de atrás hacia delante para golpear su entrepierna con mi boca que tenía la lengua fuera que salivaba en exceso mientras pellizcaba uno de sus preciosos pezones, síntoma inequívoco de que se iba a correr.

—¡Me vengo ya, Andrés! ¡Ay! Me voy a venir ya, joder.

Subió el ritmo del roce con mi lengua hasta que empecé a notar pequeños espasmos de su coño en mi boca. Una sensación ácida llenó mi boca que no era otra cosa que el sabor de su orgasmo.

—Así cerdo, así. Trágate todo —a Ana le iba el Dirty Talking[1] igual que a mí en según qué momentos—. Así, así. Saca la lengua y lame todo. Deja todo bien limpio, cabrón.

Y yo, además de encantado como también soy obediente así lo hice.

Ana se metió en el agua y nos abrazamos.

—Me encanta correrme en y con tu boca.

—¿Quieres correrte otra vez?

—Sí, pero dame unos segundos que me recupere.

—No, Ven —le dije mientras la abrazaba por detrás y la levantaba flotado en el agua.

Agarré mi polla, se la metí desde atrás a lo perrito, pero estando los dos completamente de pie. Luego levanté sus piernas con mis brazos, cosa realmente fácil en el agua, y empecé a moverme muy lentamente.

—Me encanta clavarte la polla. Qué apretado está tu coño hoy, Ana.

Ella me rodeaba el cuello con sus brazos como podía mientras yo empecé a subir el ritmo de la penetración.

El agua de la piscina se empezó a mover y se escuchaba como las pequeñas olas que se habían empezado a formar con los movimientos chocaba contra los bordes.

—¡Qué bueno, Andrés! ¡Así!

Se me ocurrió algo. En esa misma postura y sin sacarle la polla, me acerqué con Ana a una de las paredes de la piscina, puse su coño frente a uno de los chorros y seguí penetrándola lentamente.

—¡OSTIAS, JODER! —gritó cuando notó aquella presión constante en el clítoris—. ¡Ostias! ¡Qué cabrón!… Mi coño —gemía intentando ahogar los gritos—, mi coño, Andrés. Me encanta. Quiero más.

Dejé el movimiento de penetración y me quedé completamente quieto. La acerqué aún más al chorro para que la presión creciera y empezó a gritar. Tuve que taparle la boca con la mano mientras con el otro brazo la rodeaba para sujetarla.

Sus piernas cada vez se abrían más y empecé a notar el chorro yo también en mi polla sobre estimulando toda la zona de mi entrepierna. Los jadeos de Ana no paraban de crecer y pensé que en cualquier momento los inquilinos de las casas cercanas del recinto iban a salir a mirar qué pasaba… pero era un momento en el que ya me daba igual.

Los movimientos espasmódicos de Ana eran ya casi incontrolables y mi polla se salió de su coño que estaba muy sensible.

Para no cortar el orgasmo, acerqué su clítoris todo lo que pude al chorro y la agarré de sus tetas mientras pellizcaba sus pezones duros como piedras. Con los dedos de la otra mano la empecé a penetrar con tres dedos a toda la velocidad que podía.

—¡Hijo de p….! ¡Hijo de PUT…!

—Dilo. Dímelo bien —le decía al oído mientras sentía sus jadeos cerca de mi cara.

—¡HIJO DE PUTA! ¡CABRÓN! Reviéntamelo, Andrés. Quiero más.

Metí otro dedo dentro del coño de Ana quien cogiendo mi mano empezó a masturbarse a placer a la vez que convulsionaba mientras se corría. El ritmo de masturbación lo marcaba ella y era muy fuerte.

Poco a poco fueron cesando las sacudidas y todo terminó en un precioso temblor mutuo mientras nos besábamos y nos acariciábamos ambas espaldas bajando hasta nuestros culos.

—Quiero una piscina con chorros, Andrés.

—Pues como no la ponga en el balcón, no sé yo… aunque siempre podemos poner una bañera con chorros.

—Quiero una P-I-S-C-I-N-A con C-H-O-R-R-O-S —dijo aún con la respiración entrecortada.

Nos quedamos un rato más en la piscina mientras terminábamos de relajarnos. A los 20 minutos ya nos habíamos secado, vestido y metido en la cama.

A la mañana siguiente me levanté temprano, sobre las 8 para pasear cerca del lago donde se ubicaba la casa. Al pasar por la piscina sonreí al recordar la noche anterior y recordé que tendríamos que esperar para usar los regalos que había comprado y que ni yo sabía aun lo que eran.

Cuando llegué a la villa olía a café y pan tostado. Ana había preparado el desayuno.

—¿Aún sigue dormida la borracha?

—La borracha está aquí —contestó directamente Tania saliendo del baño mientras se secaba el pelo con una toalla.

—¡VAYAAAAAAAA! ¡YA ERA HORAAAAAAAAAA! —le grité intentando que le molestaran los ruidos fuertes por la resaca.

—Grita lo que quieras. Aun no ha habido alcohol que a mí me de resaca —me dijo sonriendo con mucho mejor humor que el día anterior.

—¿No la ves tú más animada, Andrés? —me preguntó Ana mientras me daba una taza de café y un beso en los labios.

–Sí… bastante mejor —reafirmé mientras me venía a la mente su culo redondo que espié la tarde anterior.

—Hoy de comer haremos carne, ¿no? Podríamos hacer una barbacoa…

—Como queráis, contesté.

—¡Sí! … por favor… —exclamó Ana mientras me miraba y me guiñaba un ojo.

A mí personalmente no me apetecía porque no tenía ganas de pringarme de cocinero, pero bueno, todo sea porque Tania estuviera lo más animada posible.

Cuando desayuné me dirigí al supermercado del recinto donde me encontré con el recepcionista. Hablamos un rato y me comentó que iba a ir al pueblo cercano y que si quería podía traerme pan y aceite de allí que eran deliciosos… le dije que sí, que me vendrían muy bien para la barbacoa.

Una vez comprado todo volví a la casa.

Tania estaba ya en la piscina tomando el sol haciendo toples en la piscina sin tapujos. Para mí era buena señal porque había cogido confianza.

Ana estaba en la casa preparando para darse un baño también.

—¡Andrés, Andrés! ¡Ven! —me dijo Ana casi susurrando—. Ven, ven…

—¿Qué te pasa?

—¡Qué Tania nos vio anoche!

Me eché a reír

—¿De qué te ríes? ¡Que nos vio anoche follando en la piscina! ¿No te molesta?

—¿A mí? Me da igual, Ana. Ya sabes que tengo un lado exhibicionista. Ni me molesta ni me deja de molestar, la verdad.

—Ufff, yo ahora estoy un poco incómoda, la verdad.

—A ver, Ana. No habrá visto ni oído nada que no haya hecho ya… no sé.

—Ya… realmente no me ha molestado que me lo diga… ha sido la forma como me lo ha dicho —contestó Ana agachando la cabeza.

—¿Y eso? —pregunté extrañado.

—Palabras textuales: “Vaya follada os pegasteis anoche en la piscina, cabrones. Os pusisteis bien cerdos. No me perdí detalle.”… y más cosas.

La verdad es que me sorprendí un poco pero no le di más importancia

—Esta noche haremos menos ruido, Ana —me reí abiertamente—, y dile que la próxima vez se acerque y mire más de cerca si tiene curiosidad.

Ana me pegó un guantazo en el hombro y al estar sin camiseta sonó bastante fuerte. En ese momento Tania entró por la puerta.

—Joder, vaya ostia les has soltado, Ana. ¡Qué burrita eres!

—¿Has visto, Tania? Así todos los días.

—¡Andrés! No mientras que te doy otra.

—Venía a ver por qué tardabas tanto en venir a la piscina.

—Ya voy —dijo Ana aun un poco sobresaltada por la conversación mientras salía por la puerta de la piscina de nuevo.

Salieron las dos y Tania se dio la vuelta y entró de nuevo al salón.

—¡Se me olvidaba la crema! —dijo sonriente—… Y no te preocupes que la próxima vez pido permiso y miro más de cerca —me guiñó un ojo.

Me había escuchado, pero lejos de sentir vergüenza le sonreí y pensé que era más de lo que aparentaba en lo que a sexo se refiere.

—Anda, tira pa’ la piscina ¡Voyerista[2]! —le grité mientras ya iba camino de la piscina.

Mientras Ana y Tania tomaban el sol en la piscina yo empecé a preparar todos los preparos de la barbacoa y prendí la leña para ir consiguiendo unas buenas brasas. Además, puse a macerar en una salsa de yogur y curry algunos de los muslos de pollo que habíamos comprado.

Entretanto Tania entró a la piscina a darse un baño y Ana empezó a preparar la mesa para comer. Mientras disfrutaba de la piscina la miraba de a veces de reojo disimulando gracias a mis gafas de sol y me fijaba en sus enormes tetas que sobresalían por encima del agua.

Cuando nadaba de un lado a otro su precioso culo brillaba debido a la crema solar que se había echado de nuevo. Me parecía uno de los culos más grandes, redondos y perfectos que había visto en mucho tiempo. Sus caderas eran acordes a su cuerpo y mi fetichismo por las pantorrillas esbeltas y rollizas hacían que solo pensara en meterme en la piscina y frotarme con todo su cuerpo resbaloso y brillante.

—¿Dónde estás? —me preguntó Tania mientras yo miraba hacia la casa totalmente absorto en mis pensamientos pervertidos.

—Perdona… estaba pensando en algo y me quedé embobado.

—No sería en esta piscina , ¿no?

—Ahora que lo dices… —dije con ironía intentando disimular con psicología inversa—. ¿Te despertamos o qué?

—No, no. Que va. Todo me daba vueltas y tuve que levantarme para ir al baño y aproveché para fumarme un cigarro en la ventana y os vi —agachó la cabeza— …bien vistos.

—Jajajaja, lo siento… Bueno… no lo siento realmente, a mí me da igual. No me incomoda y menos con alguien que tenga confianza.

—¿En serio? A mi me daría mucho corte, la verdad. No sé… si me pasara con Ana por ejemplo estaría como está ella hoy conmigo… bastante cortada.

—Los tíos somos de otra manera para estos temas… es más, muchos tenemos un lado exhibicionista bastante pronunciado —le contesté mientras les daba la vuelta a algunas piezas de carne en la lumbre.

—¿Tú lo tienes? —preguntó apoyándose en borde de la piscina con los brazos. Parecía interesada en la conversación.

—Sí, bastante, la verdad.

—Ummm, interesante… muy interesante, aunque no veo a Ana en ese aspecto igual que tú.

—Para nada. Por eso no saco ese lado con ella… tiene otras “virtudes” —aclaré mientras sonreía.

—No me parecías la clase de persona que habla tan abiertamente de sexo con los demás.

—Me encantan este tipo de conversaciones. Las tengo mucho con amigos y amigas… son … no sé.

—¿Excitantes?

—Sí, aunque depende de con quién. Más bien usaría la palabra estimulantes en general.

—¡Genial! Me parece a mí que escondes en ese aspecto más de lo que aparentas.

Me reí y me di la vuelta para seguir vigilando la carne que estaba casi apunto.

—¿Quién sabe? —añadí mientras encogía un poco los hombros y me servía un vaso con agua helada y hielo.

—¡Cariño! ¿Por qué no te das un baño mientras yo termino el resto de la carne? Estás sudando —me preguntó Ana que ya había vuelto con un par de jarras de sangría también helada.

—¡Sí! Lo necesito estoy ardiendo —me di cuenta que la expresión, por lo menos en mi cabeza, sonó peor de lo que era.

Me enjuagué el sudor en la ducha de la piscina y me metí en el agua con las gafas de sol aún puestas. Mientras bajaba las escaleras puse mi vaso de agua en el borde de la piscina y me senté en el último escalón. El agua me llegaba justo al cuello y en la espalda me daba uno de los chorros de agua. Creo que sonreí.

—¡Joder! ¡Qué buena está! —Ana se giró y se rio.

—¿Ana? —preguntó Tania muerta de risa.

—También, pero me refería a ti… digoooooo al aguaaaa… al agua… ains, en qué estaría yo pensando.

—¡Eh! Que me meto en el agua y …

No podía parar de reír porque Ana era fácilmente irritable en ese aspecto.

—Tranquila cariño. Sabes que solo tengo ojos para ti —y era verdad, aunque seguía sin poder quitar los ojos de encima a Tania.

Se acercó y me dio un vaso de sangría con mucha fruta y un beso.

—Cuidado con los chorros… —me dijo dejándome un poco sorprendido.

—¿Qué chorros? —me preguntó Tania cuando Ana volvió a la zona de la barbacoa.

—Los de la piscina… que depende donde apunten pueden provocar orgasmos —le respondí sin cortarme un pelo.

—Ufff… como en la ducha.

—Efectivamente… como en la ducha… y si apuntas bien mientras tienes una polla metida dentro, pues pasan cosas como la de anoche.

—¡Ay si lo llego a saber! Y yo sin chorros me tuve que contentar solamente metiéndome los dedos mientras os miraba.

Esa contestación sí me dejó sin palabras y solo pude sonreír. Las gafas fueron mi salvación de que me pillara mirándole el culo mientras Tania salía de la piscina, pero no me salvaron de la erección que tenía. Tuve que ponerme a nadar un rato hasta que se me pasó.

Durante un rato estuve dándole vueltas a qué podría significar esa contestación y llegué a la conclusión que fue una simple respuesta a la conversación sobre sexo que tuvimos y no iba con segundas.

—Yo me voy a echar un rato la siesta en el dormitorio —dije una vez recogida la mayoría de las cosas de la mesa donde comimos.

—Yo también… tengo sueño de tanto comer —dijo Ana.

—Pues yo me doy un baño y también me echaré un rato en la cama.

Cuidado con los chorros de la piscina, pensé para mí mientas imaginaba a Tania masturbándose con los dedos mientras usaba uno de los surtidores.

Ya en la cama volvió a salir el tema de Tania y su pillada mientras teníamos sexo.

—¿Cómo se te ocurre decir eso, Andrés?

—¿Por qué no? Yo lo haría.

—Eso lo sé yo. Tu eres un cerdo… mi cerdo, eso sí.

—Jajajaja… yo solo digo que, seguro que cuando nos vio, con la borrachera que llevaba se masturbó viéndonos follar.

—¿A ti te gustaría que yo me masturbara viendo follar a otra pareja?

—¿En serio tengo que contestar a eso, Ana? —le dije mientras le acariciaba las caderas estando abrazados en la cama haciendo la cucharita—. Pues claro que me gustaría y más si me lo cuentas después.

—¡Qué tonta soy por preguntarte eso… A TI!

—Parece mentira que no me conozcas ya, Ana —le dije mientras mi mano bajaba a su entrepierna y empezaba a acariciarle su coño.

Mis dedos llegaron enseguida ya humedecidos a su clítoris y empezaron a rozar justo donde a ella le gustaba. Con movimientos lentos, circulares y sin apretar mucho fui jugando con su coño hasta que poco a poco su respiración se agitaba más y más, señal de que debía subir el ritmo.

Me saqué la polla y la puse entre sus piernas desde atrás rozándole por fuera mientras mi otra mano seguía masturbándola.

—Más fuerte, dame más fuerte —me susurraba mientras sus caderas ya habían empezado a moverse para rozarse con mi polla.

—Así, ya viene —seguía susurrando—. Me corro cariño.

Suspiró agitadamente durante un rato y cayó totalmente dormida con una preciosa sonrisa después de su orgasmo.

Me encantaba masturbarla siempre antes de la siesta… lo habíamos tomado casi como costumbre y hacer mío su placer era perfecto.

Dormimos un par de horas y cuando me desperté Ana no estaba en la cama. Me levanté y miré por la ventana a ver si estaba en la piscina y tampoco.

Cuando salí del dormitorio encontré a Ana tendida en el sofá del salón jugando con el móvil.

—¿Ya? No veas que siesta te has pegado.

—Ufff me ha sentado genial…

—Tania ha ido al supermercado a comprar. Ahora viene.

—Vale.

—¿Sabes? Me has dejado rallada con lo que me has dicho de que seguro que se masturbó mirándonos… Le he preguntado.

—¿Tú? No me lo creo —me dejó sorprendido. ¿Y? A que sí… —afirmé.

—Sí. Me dijo un poco seria.

—No te enfades, Ana. No signifi…

—No me molesta —me interrumpió —. Parece ser que a ella le van esos rollos voyeuristas como a ti. ¿Te gustaría que nos mirara esta noche follando?

—No —dije tajante.

— ¿Por qué?

—Porque no.

—Vaya respuesta, Andrés.

—Es sencillo, Ana. A ti esas cosas no te van y para mí que hagas un esfuerzo para hacer algo que te desagrada pues no me gusta. No me parece bien.

—Pero es que yo quiero…

—Ya, seguro.

—Me ha dado morbo —me dijo mirándome a los ojos—, pero por otro me da vergüenza. Es que me ha contado que le has dicho lo de los chorros de la piscina y dice que los ha probado… y de imaginármela corriéndose en el mismo sitio que yo me ha excitado bastante.

—A ver, Ana ¿Qué quieres?

—Follar contigo esta noche mientras Tania nos mira.

—Pues pregúntaselo.

—Dice que sí —contestó enseguida quedándose callada.

—Ana. Te lo voy a preguntar una vez y solo una vez ¿Estás segura de esto? Si pasa pueden pasar muchas cosas.

—¿Cómo qué?

—Pues como de que te guste la experiencia y quieras repetirla más veces. Como que te guste la experiencia y además quieras probar más cosas o como que tu amistad con Ana acabe por esto. Sé que es solo un tema sexual y una experiencia nueva, pero hay que ser consciente de lo que puede pasar.

—Ya.

—Por mi parte —continué con la charla—, no va a cambiar nada hacia ti ni hacia ella. Ya lo sabes.

—Por eso quiero probar… porque lo sé y creo que con quien mejor que contigo y con ella.

—Muy bien… ahora tienes que poner los límites.

—Mirar. Solo quiero que nos mire mientras follamos. Si se quiere masturbar no me importa.

—Me parece bien. Déjaselo muy claro a ella.

Se escuchó la puerta abrirse y llegó Tania con un par de bolsas de chucherías, más chocolate y fruta.

—Así que quieres vernos follar, ¿no?

—Sí, otra vez —contestó Tania con sorna.

—Bueno, pues hablad las dos y dejad las cosas claras que yo aún no veo a Ana convencida del todo.

—Yo sí y no suelo fallar con ella.

—Eso es verdad. La conoces mejor que yo.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —cambió de tema.

—Claro, dispara.

—No me equivocaba contigo cuando te dije que en el sexo escondías algo más de lo que aparentabas, ¿verdad?

—Así es… pero hasta aquí puedo leer[3] —aunque en un futuro hablamos mucho más sobre el tema.

—Me parece bien.

Ana se acercó a mí por la espalda y me abrazó. Intuí sus nervios ya que parecía tiritar en algunos momentos, pero de repente su mano bajó a mi polla por dentro del pantalón y empezó a acariciarme vigorosamente.

—Quiero follar ahora.

Me giré y la besé con muchas ganas mientras la abrazaba tiernamente para demostrarle que confiaba en ella. Funcionó y se tranquilizó.

—¿Puedo mirar como folláis, por favor?

Ana asintió y cogió de la mano a Tania a la cual acompañó junto al sofá más pequeño

—¿Dónde quieres que me ponga, Ana? —preguntó Tania.

—Siéntate aquí y disfruta mirando —le dijo mientras le dio un beso en la mejilla.

Ana retiró la mesa del salón y puso el sofá más grande frente al otro a unos 6 o 7 metros de separación.

La situación me encantaba y yo estaba extremadamente excitado.

Se me iluminó la bombilla.

—Ahora vengo.

Recordé la caja que Martika me había preparado con los juguetes sexuales y fui a por ella. “Ya que lo hacemos, lo hacemos bien” pensé.

Corriendo llegué a la casa de nuevo y me temblaban las piernas de la emoción. Encontré a Tania tumbada en el sofá con una manta al lado mirando la situación un tanto desconcertada. ¿Quién le iba a decir hace dos días al cortar con Fernando que hoy iba a estar viendo a sus dos amigos follar delante de ella?

Puse la caja encima de la mesa y la abrí.

—¿Qué es esa caja, Andrés?

—Quiera ahí. Ni te muevas. Esto es una sorpresa.

La caja era impresionante: Varios geles lubricantes, 1 vibrador con estimulador de clítoris, otro más grande con una vibración mucho más fuerte, 1 dildo mediano, un anillo vibrador para hombres y 2 esposas unidas por correas de cuero negro. Además, había dos antifaces y un plug anal. Lo mejor de todo era una nota que ponía: Que lo disfrutéis. Los consoladores tienen pilas puestas y hay más de repuesto en la cajita blanca de cartón.

Cogí el vibrador doble y un bote de lubricante y se lo dejé a Tania al lado mientras le guiñaba el ojo. Luego cogí la caja y la llevé donde estaba Ana.

—Esto era un regalo para los dos y nuestro finde… pero como ahora somos tres habrá que compartirlo, ¿no?

A Ana se le iluminó la cara con una sonrisa placentera mucho más tranquila que antes. La situación parecía ir relajándose poco a poco.

—Cómo me gustan los juguetitos, nene —dijo mientras cogía el plug anal y el vibrador grande—. Toma. Pónmelo —ya los había abierto y todo iba muy rápido.

Me dio el plug a la vez que me besó en la boca. Su lengua húmeda y tierna se introdujo en mi boca, jugó con la mía y se separó dejándome su sabor en los labios. Ana se puso a cuatro patas en el sofá con las rodillas bastante separadas en la parte del asiento y apoyaba sus brazos en el respaldo.

Su precioso culo estaba tapado por la parte de abajo del bikini que no dejaba mucho a la imaginación. Le bajé la braga hasta las rodillas y empecé a rozar acariciar sus glúteos con la yema de los dedos apretando ligeramente la redondez de vez en cuando y separándolos para dejar ver toda la zona de su culo y su entrepierna. Yo ya me había quitado la ropa y estaba completamente desnudo.

—Quédate así —le dije al oído.

Detrás de mí un ruido plasticoso me sobresaltó: Era Tania que había quitado el papel que envolvía el consolador y el lubricante. Se me había olvidado que estaba ahí.

Me acerqué donde estaba ella para coger el otro bote de lubricante. La miré y ella a mí. Me agarré la polla y me masturbé frente a ella unos segundos a la vez que bajaba la mirada y se clavaba en mi polla completamente empalmada. Su mano había acabado debajo de su falda mientras se acariciaba el coño suavemente y su respiración se agitaba poco a poco. Sonreí y me fui con Ana.

Me agaché justo donde esta ella y empecé a besas sus glúteos y a lamerlos a la vez que le daba pequeños mordiscos de las ganas de metérsela que tenía, pero quería esperar y disfrutar de aquella situación tan caliente.

Acerqué mi boca a su entrepierna en esa postura tan excitante que tenía y notaba su calor en mis labios que ya rozaba con los de su coño.

Sacaba la lengua un poco y lamía toda la zona que ya sabía a sus fluidos que tanto me gustaban y que me hacían volverme tan guarro siempre. Empecé a lamerle desde la zona del clítoris hasta el culo y mi lengua sen entretenía bastante allí porque en breve el plug iba a acabar ahí.

Seguí comiéndole el culo un buen rato y de vez en cuando la penetraba con la lengua dejando entrar dentro saliva para lubricarla bien.

Apoyé el plug en la entrada de su culo y lo empecé a empujar poco a poco hasta que entro con facilidad, tanta que me sorprendió. El tope con forma de corazón que tenía un cristal del mismo color amarillo del sex-shop hizo su función.

—Ummm, que bien. Como has rebalado —dijo Ana jadeando.

Me senté en el suelo y apoyé mi cabeza en el asiento del sillón metiéndola entre sus piernas que aún seguían mu abiertas, pudiendo ver con claridad su coño bastante abierto por donde asomaban sus labios menores y su clítoris bastante abultado que ella llevaba ya un rato frotando. Arriba se dejaba ver el brillo del plug dentro de su culo.

—Baja, siéntate aquí. Ponme el coño en la boca —le dije mientras le agarraba el culo con ambas manos y acomodaba toda su entrepierna en mi cara.

Nada más sentirlo abrí los labios y lo succioné sintiendo como este vibraba dentro de mi boca. Mientras lo hacía con mi dedo índice apretaba y movía el tope del plug para que se excitara más esa zona.

—Come… come, nene. Come coño —Ana ya empezó con su lenguaje soez mientras sujetaba con una mano mi cabeza y me la acariciaba. Los movimientos de delante hacia atrás eran suaves y delicados.

Notaba como su coño se humedecía cada vez más y mi boca se inundaba de ella y de sus sabores. Cada vez sonaba más húmeda su entrepierna y yo me masturbaba con más fuerza y decidí bajar la intensidad porque así me iba a correr enseguida.

Ana empezó a moverse más rápido haciendo que el roce fuera más intenso y mi cara se mojara casi por completo mientras yo apretaba con más fuerza el plug tirando a veces un poco de él hacia afuera y volviéndolo a soltar.

—Me corro. Me voy a correr —gemía Ana mientras a lo lejos se escuchaba la respiración entrecortada de Tania —. No aguanto más… me corro en tu cara, cabrón. ¡Toma, toma!

No podía verla desde mi posición. Solo veía el coño de Ana que, cuando en su movimiento de vaivén se retiraba hacia atrás, me permitía ver su cara llena de placer y sus tetas moviéndose al ritmo de sus caderas.

Me imaginaba a Tania al otro lado con las manos aún metidas en sus bragas masturbándose tímidamente mientras miraba a Ana corriéndose, quedándose absorta en su orgasmo y sintiendo envidia de su amiga que estaba corriéndose en la boca de su novio… pero más lejos de la realidad.

—¡Ya! ¡Ya! Chupa, Andrés… chúpame así —susurraba ya mientras quedaba exhausta después de correrse.

Un fino hilo de saliva me caía por las mejillas porque se me había hecho la boca agua con su sabor.

Ana se dejo caer lentamente a un lado del sillón con la respiración aún muy agitada. Levanté la cabeza y vi a Tania totalmente desnuda y recostada de en el sillón.

Tenía una pierna en la parte de arriba del respaldo y la otra prácticamente en el suelo.

Se acariciaba a ratos su precioso y abultadísimo coño rosado y a ratos se metía dos dedos mientras con la otra mano se rozaba el clítoris de arriba abajo. Luego cambiaba la dirección de lado a lado y cuando sentía sobre excitación se relajaba dándole pequeños golpecitos. Sus gemidos eran intensos y sus jadeos muy calientes.

No perdía detalle de nosotros y mientras Ana estaba tumbada de lado en el sofá disfrutando aun de su orgasmo, ella la miraba y después me miraba a mí que me estaba pajeando mientras acariciaba a Ana.

Me gustaba ver esa la cara de lascivia que ponía mientras se penetraba con sus dedos el coño con rabia. Me ponía muchísimo cuando se sacaba los dedos del coño tremendamente mojado, se los metía en la boca para saborearse y llenarlos con mucha saliva para volvérselos a introducir violentamente lo que desembocaba en un grito y más gemidos.

Le señalé con la mirada y un gesto de la cabeza el lubricante de encima de la mesa, pero ella negó con la cabeza mientras se volvía la lamer los dedos metiéndolos muy dentro de su garganta lo que hacía que la piel blanca de su cara se volviera roja.

Cada vez que volvía a meter los dedos en su coño echaba su cabeza hacia atrás mientras sus ojos se ponían blancos por un momento debido al placer.

“Esta se va a correr enseguida si sigue a ese ritmo” pensé… pero, ¡qué va! Tenía aguante porque se conocía bien sexualmente y sabía racionar su placer.

Cogió el consolador de encima de la mesa y se lo metió en la boca hasta casi desaparecer por completo. Lo dejaba en el fondo de su garganta un rato hasta quedarse sin respiración, cosa que parecía excitarle mucho. Su otra mano no paraba de frotar su coño con un precioso vello rubio del que tiraba algunas veces.

Noté como Ana se movía a mi lado y dándose la vuelta me quitó mi mano de la polla y la cogió ella.

—Me toca —dijo mientras me masturbaba suavemente con su mano húmeda de haberse estado acariciando el coño mientras se recuperaba.

A los pocos segundos dejó caer un hilo de saliva sobre mi rabo e introduciéndoselo en la boca muy poco a poco.

Sentí el fondo de su garganta, cosa que nunca había pasado porque, aunque Ana hacía unas mamadas fantásticas prefería hacerlas de otra manera.

—Ostias ¡Qué bien! ¡Qué caliente está tu garganta! —dije mientras miraba a Tania quien se conoce que se calentó más y empujaba el consolador más fuerte dentro de su boca.

Los ruidos húmedos que salían de la boca de Ana me hacían excitarme de más y cuando subió el ritmo le supliqué que bajara la intensidad que si no me iba a correr.

Se sacaba la polla de la boca, la cual salía excesivamente húmeda y resbaladiza y la acariciaba suavemente con la punta de los dedos. Luego la agarraba cerca de mis huevos, los cuales se llevaban su parte del suave masaje y se golpeaba los labios con mi rabo y la cara, pasándosela por toda la cara como en las películas porno.

Nunca había visto así de excitada a Ana y haciendo ese tipo de cosas y yo, gracias a eso, estaba subido a una nube de placer pervertido que me encantaba y se acercaba más a mis gustos sexuales de lo que habitualmente tenía con ella.

Me fijé en que cada vez que Ana se golpeaba la cara con mi polla, miraba a Tania y le sonreía, y esta le devolvía la sonrisa normalmente seguida de un gemido que cada vez más iban en aumento.

No podía dejar de mirar a Tania, con ese pelo largo rubio que estaba perfectamente colocado sobre el cojín donde se apoyaba, esas tetas tan grandes que se movían con una voluptuosidad salvaje cuando movía sus caderas grandes, redondas con unas curvas más que prominentes.

Sacó el consolador de su boca y lo encendió, se lo acercó a coño y lo apoyó justo encima del capuchón de su clítoris.

—¡JODER! ¡Como zumba esto! —exclamó mientras se lo acercaba a la cara de para poder ver y pulsar varias veces el botón que lo bajaba de intensidad— Así, asíííííí sí, joder… qué bueno —decía mientras se frotaba.

Su voz se había agudizado bastante por la excitación y me encantaba oírla.

Ana mientras cogió el otro consolador y me lo dio. Sacó mi polla de su boca unos segundos y dijo:

—Échale lubricante.

A tientas lo busqué encima de la mesita que tenía al lado para no perderme nada del espectáculo tan delicioso que estaba viviendo y lo cogí, enganchando sin querer el antifaz de satén que había en la caja.

Esta vez fui yo quien se la sacó de la boca a Ana y le restregó la polla por toda la cara mientras le ponía el antifaz.

—Esto me gusta cada vez más —me dijo mientras se hacía una coleta en su pelo.

Cuando terminó de colocárselo volvió a la mamada profunda y con succiones intensas que me estaba regalando, mientras yo ponía una buena dosis de lubricante en el vibrador.

—Toma, zorrita.

Le di el consolador y no tardó ni un segundo en metérselo en su coño y encenderlo empezando a jadear con mi polla en la boca mientras decía algunas cerdadas que no se entendían.

Un grito llenó la habitación cuando Ana se penetró por primera vez y Tania la miraba.

Me di cuenta que Tania tenía el coño muy mojado y la velocidad de su masturbación era espectacular.

—Me voy a correr —entendí leyéndole los labios, pero sin articular sonido alguno —¡Me voy a correr… mucho! —volvió a gesticular con los labios mientras abría mucho la boca y sus ojos.

Yo asentía con la cabeza mientras me di cuenta que tenía la lengua fuera, como si quisiera alcanzar el coño de Tania con ella.

Sacó el consolador de su coño que la había estado penetrando violentamente hasta el momento y empezó a frotarse el clítoris de lado a lado con fuerza también. Apoyó los pies en el respaldo del sillón y levantó las caderas. Empezó a gritar sin control y esta vez sí que se escucharon su “me corro” muchas veces uno detrás del otro.

—¡Aquí viene!

Un tremendo caño de corrida femenina salió de su coño a una presión espectacular que me llegó a mojar los pies. El segundo chorro cayó en la mesa donde estaba la caja de los juguetes sexuales y yo mojé mi mano en ellos y la lamí desesperadamente.

Cuando Tania vio eso empezó a gritar más fuerte mientras soltaba el vibrador y se terminaba de masturbar con la mano, pero esta vez apuntando hacia donde yo estaba, aunque el último no llegó ni a la mitad del camino.

Tanto me gustó que me empecé a correr sin darme cuenta mientras Ana tenía la polla dentro de la boca y no me dio tiempo ni a avisarle.

—¡mmmmmm! —se escuchaba —¡MMMMMMMMM! Sonaba con más fuerza mientras hacía por tragarse todo… y lo consiguió

—¡Oh, así! ¡Traga, puta! —gritaba sin apenas moverme mientras seguía mirando a Tania con el coño aun chorreando corrida a la vez que volvía a chupar su consolador. Ana abrió más la boca y cuando notó que casi no salía lefa se la intentó volver a meter hasta el fondo de la garganta.

Cuando ambos terminamos de corrernos y mi polla perdió casi toda su erección, Ana se quitó el antifaz y con una sonrisa preciosa me dijo:

—Anda que avisas.

—Lo siento, es que ha pasado algo que ha hecho que me corra casi sin querer.

Ana miró a Tania mientras me acariciaba los hombros. La vio tumbada en el sillón con la lengua fuera relamiendo sus labios y miró el suelo viendo la cantidad de squirt[4] que había en él.

—Mira aquí —le dije señalándole la mesa donde había llegado

—Anda, Tania… vaya manera de correrte… ya tenía yo ganas de verlo y me lo he perdido

—Tranquila… —decía entre suspiros entrecortados— va a haber más.

—Normal que Andrés se haya corrido, y mucho. Es uno de sus mayores fetiches. Yo nunca lo he conseguido… no todas podemos… suertuda.

Ana se levantó y se acercó a Tania mientras le dio un beso en los labios y le acariciaba el cuerpo aun temblando.

No me extrañaba ya que Ana era bisexual, aunque lo que más le gustaba eran los hombres según ella. Además, era muy dada a numeritos “lésbicos” cuando salíamos de fiesta y a mí me gustaba. Siempre he pensado que el sexo y la sexualidad son sinónimos de libertad y esos actos a mi modo de entender lo eran.

Mientras ella iba a por un poco de agua al frigorífico Tania se dispuso a limpiar todo ese líquido que había salido de su coño.

—Ni se te ocurra. Ya limpiaremos al final del primer asalto —le recriminó Ana—. Ven —le dijo mientras la cogía de la mano y la acercaba a nuestro sillón—. Recuéstate ahí.

La imagen de las dos cogidas de la mano entrelazando los dedos y de sus entrepiernas aun muy mojadas hizo que mi polla diese un brinco y me volviese a empalmar otra vez.

Ana le acomodó un gran cojín en el brazo derecho del sofá y le dijo que se tumbara y se pusiera cómoda. Me levanté y fui a por una botella de agua para dejarla allí también.

Cuando volví al sillón y me senté entre Ana y Tania las dos sonreían.

—¿Qué? —pregunté mientras las miraba alternadamente.

—Nada… que tienes una cara de felicidad que no veas.

—Hacía mucho que no veía una corrida femenina en directo, y más de esa envergadura.

—Qué pena que no te haya dado en la cara, ¿no? —me decía Ana con algo de retintín simpático.

—Pues sí.

—Le podemos poner solución —dijo Tania con la mano en el coño que ya había empezado a acariciarse.

—Túmbate así —me dijo Ana señalándome de qué manera lo tenía que hacer.

Me tumbé boca arriba en el sofá y mi cabeza quedó entre las piernas de Tania. Al estar ella un poco más elevada gracias al cojín en que se apoyaba, la vista de su coño rosado era perfecta. Además, olía perfectamente su aroma que era a puro sexo y placer.

Mientras ella seguía masturbándose y mirando hacia abajo para, creo que para ver qué cara ponía, Ana empezó de nuevo a meterse mi polla en la boca y me estuvo haciendo una deliciosa mamada que acompañaba con la mano en el movimiento de subibaja. Lento, con una cadencia perfecta y una succión fuerte noté como cada vez se ponía más dura.

—Ana, métetela en el coño. Necesito sentirlo… Venga, fóllame —le dije con tono desesperado.

Se dio la vuelta y puso a horcajadas sobre mí polla de manera que podía ver su culo aun con el plug metido. Ese culo tan redondo y bonito que tanto me gustaba se sentó sobre mi polla y empezó a subir y bajar mientras lentamente mientras yo agarraba sus glúteos y los azotaba hasta dejarlos rojos.

Un ruido acuoso empezó a sonar en el coño de Tania. Miré hacia arriba y el ritmo pausado había comenzado a ser más intenso. Ella tenía la boca abierta y su lengua sobresalía de ella como si no la pudiera controlar. Por ella resbalaba saliva que caía sobre sus enormes tetas que ahora tenían los pezones muy duros y las cuales apretaba de vez en cuando para estimularlas.

Alcé una de las manos y le acaricié los muslos y las pantorrillas…

—¡Ah! ¡Ufff! —salió de su boca mientras notaba un ligero temblor que le recorría todo el cuerpo.

Yo no podía parar de sonreír y mirarla a los ojos.

Sin esperármelo, Tania sacó sus 3 dedos de su coño y empezó a frotarse con toda la mano la entrepierna haciendo que se mojara mucho más. En ese momento me la acercó a la cara y empezó a restregarme todos sus fluidos por ella mientras me abrió los labios y me dejó probar su coño. Era delicioso.

Sus dedos dentro de mi boca jugaban con mi lengua y yo los chupaba succionándolos todo lo que podía para quedarme con todo el sabor posible que me permitían.

Tania mientras se metía los dedos de la otra mano y cuando estaban muy mojados los cambiaba por los de la otra y me volvía a llenar la boca de su sabor. Así estuvimos jugando un rato.

—Pónselo en la boca —dijo Ana mirando hacia atrás mirándonos—, que se hinche de comer el cabrón.

Yo asentía con la cabeza mientras miraba a Tania quien se reincorporó un poco y se puso a follarme la boca con su coño mientras me sujetaba del cuello con una mano. Con la otra no dejaba de acariciarse el clítoris o de pellizcarse los pezones.

Ana se dio la vuelta y las dos quedaron cara a cara mirándose, la cogió de los hombros mientras la acercaba hacia ella y comenzó una lucha de lenguas que desembocó en una gran cantidad de saliva cayendo sobre mi pecho.

—Te sabe la boca a coño, cabrona. Me encanta como sabes —dijo Ana empezando con su lenguaje sucio a la vez que subía el ritmo al que me cabalgaba.

Yo solo podía disfrutar de aquel delicioso sabor que se mezclaba con el olor a sexo y el perfume de Tania. Era afrutado a la vez que fresco.

Aquel cúmulo de sensaciones solo hacían ponerme cada vez más cachondo sin saber cuanto tiempo iba a poder aguantar aquello sin correrme, pero no fui el primero:

—¡Me voy a correr… ahí lo tienes!

—Córrete en su cara, Tania. Llénasela de corrida, por favor.

—Sí, ahí … ahí viene. Toma Andrés, cómetelo.

Tania retiró su coño de mis labios levantando sus caderas y dejándome ver como salían unas primeras gotas que llegaron a parar en mi frente. Se metió el consolador que tenía en la mano y empezó un ritmo impresionantemente frenético de penetraciones hasta que lo sacó del todo y prosiguió frotándose el coño con toda la mano de lado a lado mientras hacía fuerza con sus caderas hacia delante.

La primera salpicadura de corrida fueron unas pocas gotas que me cayeron directamente en la cara cayendo también parte en mi boca. Aquel sabor tan reconocido para mí hizo que quisiera más.

Me agarré a sus piernas y levanté el torso que mi cara y mi boca estuvieran lo más cerca posible de su coño.

—Toma… aquí viene lo bueno. Cómete lo por favor.

—¡MADRE MÍA! —es lo único que pude decir cuando el primer chorro me impactó en toda la cara llenándome todo el torso y mojando el coño de Ana también.

Tania solo gritaba sin control mientras contraía los músculos pélvicos para que saliera todo.

—Sigue Tania, joder —decía Ana—. Córrete más. Ahógalo con tu corrida.

Las palabras de Ana cuando se ponía así de cachonda podrían parecer un tanto burdas, pero a mí lo único que me hacían era ponerme más cachondo, por eso subí más la boca y le metí la lengua en el coño haciendo que la siguiente eyaculación fuera más abundante que la primera y me llenara toda la boca. No podía dejar de beber y de embadurnarme todo el cuerpo y la cara con mis manos.

—Ahora yo —dijo Ana cuando Tania cayó hacia atrás recostándose de nuevo en el sillón —. Me toca correrme.

Ana acercó su coño a mi cara y empezó a frotarse con ella aprovechando toda la lubricación que el squirt de su amiga le brindaba con una intensidad tal que en tan solo unos pocos segundos se empezó a correr. Yo saqué mi lengua como sabía que a ella le gustaba y enseguida su orgasmo llegó.

Cuando este terminó empezó a acariciarme el cuerpo que estaba totalmente lleno de la corrida de Tania y empezó a pasarme las manos manchadas de squirt por toda la cara y la boca.

—Come, cabrón. Ínflate de coño… cerdo hijo de puta.

Tania empezó a reírse de las expresiones de Ana cuando cesaron sus temblores de placer:

—Anda hija… qué a gusto te quedas diciendo esas cosas tan guarras.

—No lo puede evitar… le encanta y a mí me pone muchísimo —contesté yo por ella.

—Calla, perra, que me das mucha envidia corriéndote de esa manera… me encantaría que me pasara alguna vez.

—Entrenaremos, cariño. Lo seguiremos intentando —le dije dándole un beso mientras ella me pasaba la lengua por los labios.

—¡Qué bien te ha sabido siempre el coño, Tania!

—¡CÓMO? Explícame eso —grité.

—Bueno, Tania y yo nos conocemos desde siempre y hemos probado cosas juntas ¿A que sí, Tania?

—A mí no me metáis en vuestras conversaciones —contestó mientras seguía acariciándose la entrepierna suavemente y suspirando de vez en cuando.

—Ya te lo contaremos, nene. Ahora prepárate para la segunda sorpresa que te tenemos preparada.

—Ah… así que teníais esto hablado…

—Sí, bueno, sobre la marcha… cuando fuiste al coche lo acordamos… que por cierto… ya me explicaras lo de la caja amarilla que has traído del coche… eso no me lo esperaba…

—Vale, pero ¿cuál es la segunda sorpresa?

—Como aún no te has corrido en el segundo asalto, vamos a hacerte una mamada a dos bocas… ¿Te parece bien?

[…]

El fin de semana como imaginaréis fue intenso y largo… de hecho a las pocas semanas volvimos a repetir los tres disfrutando mucho más ya que íbamos más relajados y tranquilos.

Como dijo Tania en varias ocasiones: “Ha sido la mejor terapia para olvidar a mi ex”

____________________________

[1] Usar palabras sucias, burdas y soeces durante el sexo, sobre todo a la hora de tener orgasmos.

[2] Persona que disfruta contemplando actitudes íntimas o eróticas de otras personas.

[3] Expresión que se usa para dar a entender que no se puede o no se quiere hablar más del tema.

[4] Eyaculación femenina en inglés

MIS RELATOS:
Andrés Pérez Palacios
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ANDRÉS PÉREZ PALACIOS
– Escritor de literatura erótica –

Gracias por pasar por aquí: mi gran afición es escribir #RelatosEróticos o como yo lo llamo #PornografíaLiteraria.

Escribo para mí y porque lo necesito, por eso no espero la aprobación de nadie ni hacerme famoso con esto. Este tema me fascina y por eso lo elegí.

Estas son mis vivencias y experiencias, ni mejores ni peores que otras. Lo que sí te pido es que las respetes. Si te gusta lo que lees deja un like ❤️. Un abrazo y se feliz.

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